Hasta que pueda entender

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Dedico esta pequeña historia a Karen por su cumpleaños del día de hoy 11 de noviembre. ¡Muchas felicidades pequeña! Espero sea de tu agrado.

Los personajes pertenecen a Hinako sensei.

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De pronto lo vi corriendo como un completo loco, mientras yo me senté con preocupación en unas rocas. El tipo parece tener una extraña fascinación por una mariposa que vuela cerca de nosotros, por mi parte debo pensar en una forma de volver a la normalidad.

Entre tanto el profesor Fukushima llegó al lugar y me miró de cerca:

— ¿De verdad eres tu Tatsumi? ¿Ese de ahí es Morinaga?

— ¡Quién más podría ser!

— Pero esto ¿cómo ocurrió? Se separaron del grupo como veinte minutos ¿y regresan así?

¡Que podía decir! ¿Que el idiota me apartó de la excursión a esas montañas para besuquearme? No sólo eso, sino que yo lo deseaba y... ¿y? Creo que las cosas se vuelven confusas mientras más tiempo pasa desde que todo ocurrió. Por lo cual respondí explicando lo último que recuerdo:

— Nos encontramos a un anciano en aquella colina justo frente a un precipicio, nos dijo algo sobre no sé qué y al bajar estábamos así.

— ¿Pero qué pasó? ¿En qué momento se hicieron pequeños?

— Mientras descendimos.

Intenté pensar nuevamente para recordar las palabras del viejo pero no pude hacerlo. Volvía reflexionar sobre ello mirando al profesor partir dejándonos a cargo de unos compañeros y él al lado de otros, subió hasta la colina. ¡Cómo se atreve a dejarme al cuidado de alguien más! De pronto unas manos sujetaron mis cachetes.

— ¡Qué lindo niño! Se parece a Tatsumi sempai. — Dijo una de las chicas de la excursión.

— No me toques yo soy más grande que tú, y yo soy Tatsumi Souichi.

De pronto llegó Morinaga de la mano con otra chica y feliz comiendo una paleta de dulce, sonreía a todo lo que daba su boca. ¿Podría ser todavía más chocante?

— ¡Sempai! ¡Mira lo que me dieron!

— Morinaga trata de comportarte que me avergüenzas. Parece que no te importa quedarte así.

— No es que no me importe, sino que el hombre dijo que tenemos que disfrutar la vida como un niño para apreciar lo que tenemos y yo planeo hacerle caso.

— ¡Eres un caso perdido Morinaga! — Sonrió y metió la paleta en su boca, se aproximó hasta mí, se detuvo con un rostro extraño y serio.

De inmediato sacó su paleta de la boca y la metió en la mía sin preguntar. El calor de su saliva y lo dulce terminaron por mermar mi cordura, aquel sabor tan conocido e increíblemente exquisito. No recordaba la última vez que algo hecho totalmente de azúcar se quedara en mi boca por tanto tiempo, más aún que yo disfrutara tal sensación.

Como un extraño conjuro, mis pensamientos de molestia se perdieron en el sabor cereza del dulce. Observé los labios de Morinaga con el brillante de su saliva combinada con el color rojizo del caramelo. Algunos flashes de esa boca tocando la mía me atacaron, su voz masculina susurrando "sempai" una y otra vez hasta que volví a la realidad con el brincando frente a mí.

— ¡Sempai! ¡Sempai! ¿Me escuchas?

— ¿Qué quieres?

— Quería saber si me devuelves mi paleta.

Hasta que pueda entenderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora