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c a r o u s e l



me convenció de venir aquí.

bryan estuvo rogándome durante un largo rato que lo acompañara al parque de diversiones. argumentaba necesitar montar aquella atracción nueva que, por seguro, lo dejaría traumado física y psicológicamente. insistió un buen rato, hasta que accedí.

lo hice únicamente por bien propio. de verdad quería que dejase de hacer berrinche, porque no tardaría mucho en volarme los sesos si seguía repitiendo la petición con voz chillona.

― ¿habías venido ya? ―preguntó el castaño, negué con la cabeza―. entonces es tu primera vez, de nada.

―sigue siendo a costa de mi voluntad. y yo no me subiré a esa cosa, que quede claro.

rió, burlón.

―tienes miedo.

―no es así.

―al niño le da miedo subirse.

―no me da miedo subirme.

―se orinará si se sube, por eso no lo hará.

―no.

― ¡alan navarro tiene miedo! ―comenzó a gritar, todo el mundo lo veía extraño, rodé los ojos.

―iré por allá ―señalé con mi cabeza una pequeña rueda de la fortuna―. me causa vergüenza que me vean contigo.

bryan me golpeó el hombro con su puño suavemente. sentí su leve y casi imperceptible molestia. lo ignoré. ya había hecho demasiado con acompañarlo hasta allá.

―no montaré solo ―protestó, me encogí de hombros.

―búscate a una chica ―guiñé el ojo, me di la vuelta.

caminé con dirección a uno de los juegos de azar que se encontraban a las orillas del parque. el frío viento de esa noche fue hasta mi cara, emití un sonido silbante de mi boca al sentir las manos del aire helado tocando todo mi cuerpo tenso.

antes de poder llegar a mi destino, una distracción me detuvo.

había un pequeño y llamativo carrusel que no había visto segundos antes, por alguna extraña razón. tenía luces en todas partes. los caballos, perfectamente delineados. parecía como si lo acabasen de construir; la pintura relucía y combinaba prácticamente todo entre sí. el color pastel estaba esparcido por todas partes. focos amarillos hacían resaltar éstos.

después de un rato mirándolo, mi vista se cansó. era demasiado deslumbrante.

me percaté de que nadie lo veía como yo lo hacía. todos lo ignoraban y pude creer que ni siquiera se daban cuenta de su presencia. mientras yo, estaba parado ahí, a mitad del camino, apreciando el juego.

no había nadie montándolo. estaba completamente vacío, pero giraba y reproducía una canción dulce. era exactamente como en las películas musicalizan a los parques de diversiones, especialmente, a este tipo de atracciones.

un señor de mediana estatura vestido excéntricamente salió de algún lugar del carrusel y me miró, sonriendo. tenía algo en su sonrisa. le correspondí el gesto de cualquier forma.

― ¿subes, chico? ―inquirió, con voz amable. entrecerré mis párpados, fingiendo duda.

fue curioso. sus ojos eran entre un morado claro y azul considerablemente oscuro. supuse que eran simples lentes de contacto.

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⏰ Última actualización: Nov 19, 2016 ⏰

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