Bien...

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Se sentía bien. Ya no estaban, siempre pendientes de mí. Esos ojos azules, mirándome predominantes. Rodaban por el suelo. Ella al fin no me veía. Miento. Nunca me vió. Ella no. Fue la otra. Esa que observaba desde otro lado. Ahora nada. Sería oscuridad. Solo un hilo de sangre que paseaba por su mejilla de muñeca. Si la acariciase destrozaría esa perfecta caída, creada por una simple gota. Pero tenía tantas ganas de quitar el rojo del blanco de su pálido rostro, y a la vez, conservarlo. Era excelente belleza... Y esa gota seguía cayendo. Oh, hermosa melodía. Interrumpía mi silencio. Concluyó con grandioso final, última gota sobre la alfombra. Lloro de emoción. Intento disimular la alegría. Sin embargo, termino riéndo nerviosamente, demasiado, tanto que el vecino da golpes al suelo con el palo de la escoba, quejándose del ruido. Callo, y llevándome de inmediato el dedo a la boca, le reprocho a la voz de la pared norte que también calle. Si escuchó mi risa, también podría escuchar lo que ocurría en este instante.

Esos ojos...tan azules como siniestros. Ahora solo negro. Pero esos ojos...fueron mi obsesión. Quiería conseguirlos. Tenían que ser míos. Y a partir de hoy lo eran. Los mantendré aquí, en la vitrina. En ese mueble de vidrio alargado, con todos los demás de la colección.

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⏰ Última actualización: Nov 22, 2016 ⏰

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