¡Muy buenas con todos~! Hace tiempo que no me pasaba por acá. . . En realidad, hace MUUUUUUCHO tiempo que no me pasaba por ningún lado la verdad. :'D
Lo típico, la universidad y la necesidad de sobrevivir en ella además del rolplayer y la vida real fueron las causantes de esta dejadez. Lo lamento. u.u
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— ¡Mira! ¡Hay una ballena nadando en el cielo!
Fue a inicios de la preparatoria que conoció a Megumi, o Gumi, como acostumbraba a llamarla, una pequeña de sólo siete años que desde la primera vez que lo vio no se despegó de él ni por un segundo.
Para ese entonces, Nekoko siempre fue muy distante y receloso cuando de infantes se trataba. Razones como el bullying que sufrió en la escuela como los conocidos casos de maltrato animal que sufrían éstos por parte de las inocentes y -tal vez- nada maliciosas o malintencionadas manitas de los pequeños ignorantes. Procurando no mantener contacto ni físico ni visual con ellos hasta el punto de cruzar una calle para evitar toparse con alguno. Sí, realmente los veía como unas lacras.
Pero fue ese día, un viernes de primavera que, por un descuido suyo, la niña de coletas de fresa lo tomó de la mano para jalarlo a los juegos del parque. La cara de pocos amigos en él no se hizo esperar pero estaba claro que ese detalle era insignificante para la menor. De todos modos lo obligó a jugar con ella a la caja de arena y construir un túnel, "el más grande en la historia", entre los dos.
— Listo. Ya tuviste lo que querías. Adiós.
Directas palabras nada amistosas que le dio como despedida pero la niña solo atinó a sonreír.
— Nos vemos mañana Señor Gato.
¿Y ese apodo de pronto? Abrió en grande los párpados al ver como la pequeña ondeaba una de sus manitas su billetera con documentos. Ahí la respuesta a su interrogante. Esa ladrona era más inteligente de lo que creyó. . . Le quitó lo que por derecho era suyo y soltando un bufido retomó su camino a casa esperando que esta ocurrencia haya tomado su final definitivo.
Sin embargo, algo muy dentro suyo, un mal presentimiento de esos que son tan certeros como el mismo nombre de uno, le advertía lo contrario.
Tomaré otro camino mañana.
E hizo tal cual se ordenó a sí mismo. Pero, ¡vaya -desagradable- sorpresa! A las afueras de la entrada de su escuela lo esperaba sonriente la niña. Fingió no reconocerla y siguió caminando pero el agudo grito de ésta alertó a todos los presentes.
— ¡Vine a llevarlo a casa, Señor Gato!
Al instante fue la burla de sus compañeros. Ya era "famoso" por ese ridículo nombre para que ahora sea una mocosa el que lo recogiese de sus clases como nene del kinder. . . Sin contar ese tonto nombre que le puso. No era un gato, y mucho menos una mascota para que se dejase llamar así. Fue corriendo tras ella para cubrirle la boca y dejase de seguir llamándolo así a gritos.
— ¿Cómo supiste dónde estudio?
— Tu uniforme —respondió en seguida señalando sus ropas—, es el mismo que usa mi hermano.
Rodó los ojos.
— Entonces quédate esperándolo a él. Tengo cosas que hacer.
Con esa actitud áspera se quiso quitar de encima pequeño bulto pero ella fue caminando detrás suyo. Ignoró sus palabras a sí como también a su hermano mayor que seguro aún no salía. ¿Qué es lo que quería con él? ¿Jugar? No era un juguete y tampoco quería ser tratado como uno. ¿O es que acaso no tiene amigos de su edad? No le importaban las razones, mas eso último le hizo detenerse un rato a capacitar. En cierta medida se sentía identificado y hasta conmovido. Sabía bien los conflictos que traía no tener a alguien con quien jugar a esas edad. Él al menos tuvo a Momo, su perra para esos momentos pero, ¿y ella? No parecía ser de los niños con una mascota en la familia. ¿Y su hermano? Tampoco aparecía detrás de ellos corriendo a buscarla. Se hallaba confundido.
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Historias Cortas para Momentos Random.~
HumorPequeños relatos de la vida de Nekoko Kurosagi, un joven de 19 años con un nombre como estigma.