Aquí la primera parte de lo que resultaría ser -al fin- un cortito con algo de lemon en él. Está dividido en dos partes, espero les guste.~
Y si se lo estaban preguntando, sí, es yaoi.~
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◢ PRIMER ACTO ◣
El trabajo de oficina se volvió algo monótono. Escribir, contestar el teléfono, intercambiar una que otra palabra con los compañeros de trabajo y, lo "mejor", lo que más adoraba hacer día a día, atender a los clientes. Un trabajo no tan complicado con un salario normal y nada envidiable realmente. Para alguien de apenas 23 años no era algo de que pudiese quejarse y tampoco estaba la opción de renunciar, no aun sin un plan B u otra opción de empleo.
Un lunes cualquiera como otro, el azabache se hallaba esperando junto a otros tres desconocidos en el paradero del bus, una mujer de oficina vestida de un rojo tinto que hacía juego con el color de su labial, una anciana con una gran bolsa de paja que mantenía reposada en el suelo seguro por lo pesado que estaba, y lo que despertó su interés de golpe, otro hombre que al igual que él vestía un terno para ir a trabajar. Sin mover ni un centímetro su cabeza, durante ese lapsus de espera se dedicó a ver una que otras veces al susodicho sin que éste se diese cuenta. Una habilidad innata que evolucionó en ese ambiente laboral hostil que frecuentaba.
Parecía ser mayor a él, unos dos o tres años tal vez o eso aparentaba. Nekoko nunca fue bueno acertando las edades así que bien podía estar dando erróneas conclusiones al respecto. Su rostro era fino, de marcadas facciones como de profunda mirada, una nariz en punta y ojos claros que si los observaba mejor juraría eran una exótica combinación entre el azul cielo y un verde limón. Su cabello, que era de un color castaño oscuro, se hallaba correctamente peinado, parecía que se hubiese dedicado varias horas frente al espejo para al fin conseguir ese perfecto peinado que lograse captar la atención de todos en su trabajo. Ni tan corto ni tan largo, de solo verlo te invadía las ganas de querer hundir tus dedos en ese frondoso solo para acariciarle a modo de cariño mañanero. Una sensación de por sí peligrosa. Y algo que tampoco pudo dejar pasar, el físico del sujeto. No era escuálido, ni siquiera moderadamente delgado o flacucho; a diferencia suya, el susodicho pese a estar cubierto de telas, se podía notar que poseía musculatura, nada exagerado ni trabajado pero sí superior a los suyos. Aunque en este punto, cualquiera le ganaría. En resumen, era una persona agradable y atractiva de ver.
El bus que lo dejaría a solo una calle de su edificio llegó, y para su mala fortuna parecía ser igual para el otro. La verdad era que no sabía si alegrarse o estar nervioso.
No cruzaron miradas. A ninguno se le podía ocurrir que tal vez, en un pequeño porcentaje de posibilidad, ambos se dirigían al mismo lugar. Pero, vamos, que tales cosas solo podían ocurrir en las novela o películas. Él tomó asiento en la tercera fila y el otro se pasó atrás, quién sabe en dónde se sentó, no tuvo el valor de ver atrás aún si la curiosidad lo invadía. Pero eso sí, aquella incómoda sensación de estar siendo observado no lo dejó en paz durante todo el trayecto hasta el final.
Bajó y a paso rápido entró a su centro laboral, saludó a todos como era costumbre y se dirigió a su oficina a respirar en tranquilidad en la seguridad de esas cuatro paredes. Se prometió a sí mismo no volver a pensar en aquel extraño, sin embargo le fue fue imposible. Cada vez que cerraba los ojos, la imagen de aquel hombre volvía a su mente. Cada segundo, cada instante, era insoportable, su cabeza le estaba haciendo una mala jugarreta, no había dudas al respecto. Y con el afán de despertar de una vez por todas de esa pesadilla, salió directo a los servicios para enjuagarse el rostro con agua fría.
— Hey, Kurosagi-san, ven para que conozcas al nuevo.
Lo llamó un compañero arruinando su objetivo.
« ¿Nuevo? »
De nuevo esa mala sensación vino a él. No sabía por qué, pero. . . ¿Será posible? Se dirigió al centro de todo ese conjunto de persona y allí, parado en medio como centro de atención de todos, estaba la razón de su malestar matutino.
— Mucho gusto, mi nombre es —se presentó con una amigable sonrisa que no hizo más que aumentar sus nervios. ¿Y esa mirada? ¿No se acordaba de él? Un viaje en bus quizá no sea meritorio ser recordado pero. . . ¡¿Acaso no notó su jodida existencia?!
— Un gusto, Kurosagi Nekoko —hizo igual. Notó la mano extendida del nuevo y pasó a recibirla sellando así el saludo en un apretón de manos. El contacto encendió en él algo extraño pero mucho no pudo entender ya que a los segundos una compañera saltó a abrazarse al brazo del novato como gata en época de celo.
¿Molesto? Bastante aunque lograba aparentarlo en esa afanable sonrisa zorruna suya. No era nadie, no eran nada pero ese desagradable sentimiento de posesividad era superior en él.
Se odió a si mismo por sentirse así.
El día laboral terminó, la mayoría se había ido dejando entre los pocos que se quedaron a Nekoko y a su tormento. De nuevo el negro y perturbado pensamiento comenzó a molestarle. ¿Hacerle o no caso? He ahí la cuestión. Mandar a parir a todos y seguir sus instintos, o, ser racional y pensar frío al respecto.
Optó obviamente por la primera opción.
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¿Y bien?
¿Les ha gustado?
Espero que sí.
Nos leemos en una próxima actualización.~
¡Gracias por leer!
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Historias Cortas para Momentos Random.~
HumorPequeños relatos de la vida de Nekoko Kurosagi, un joven de 19 años con un nombre como estigma.