Salí del probador, era el décimo vestido que me probaba, al parecer Leah iba a matarme por tardarme tanto escogiendo uno, pero, ¿Qué más se puede hacer?, estuve esperando este día por mucho tiempo y tenía que ser especial. O eso siempre piensas cuando llega el baile de graduación, el último día en la escuela y la oportunidad de salir con el chico de tus sueños, o eso es lo que dicen la mayoría de las chicas.
—Podrías decidirte por uno? Ya estas empezando a fastidiarme— dijo Leah con la barbilla sobre su puño, definitivamente no estaba muy feliz.
—Por favor, Lee... sabes que me debes una luego de haberte acompañado a esa aburrida película francesa— puso los ojos en blanco y abrió la boca para protestar, pero volvió a cerrarla sin decir nada. Sonreí satisfecha — ¿Por qué tu no escoges uno? tal vez así se te quite el mal humor—.
— No, sabes que no voy a ir a ese estupido baile, no tiene sentido ir si tienes dos pies izquierdos — puso los ojos en blanco, y yo traté de no reír para no ganarme una patada —Tampoco tiene sentido ir si no tienes una cita.
Esta vez la que puso los ojos en blanco fui yo. Leah era una chica hermosa, alta, buen cuerpo e inteligente, pero tenía un humor de perros, si de chicos se habla, solía enviarlos un poco más allá de la mierda cuando alguno intentaba coquetearle, así que la gran mayoría prefería mantener la distancia para no perder la dignidad.
— ¿Cómo quieres tener una si asustas a la mayoría? — Leah me fulminó con la mirada.
— Cállate, mejor hablemos de tu cita. ¿Estás nerviosa de ir con "sonrisitas"? — levantó ambas cejas y me sonrió coquetamente.
Jayden Blackstone, apodado "sonrisitas" por Leah, era el Capitan del equipo de rugby del Instituto, reconocido por su reputación de Playboy y rompe corazones, pero a pesar de esto, no había ninguna chica que pudiera resistirse a él, incluida yo, su mejor amiga desde que teníamos 5 años. Justamente este último año, luego de que tuviera un cambio drástico de imagen y se uniera al equipo de rugby, las chicas comenzaron a caer a sus pies y mis oportunidades, de ser más que su mejor amiga, disminuyeron. Hasta después de un ligero ataque de locura el día de San Valentín donde, luego de confesarle lo que sentía, comenzamos a salir.
Estaba bastante feliz a decir verdad, aunque esa felicidad se apagaba un poco al recordar que debía mudarme a Francia justo el día después del baile, o sea que literalmente esa era mi última oportunidad con Jayden antes de marcharme.—Un poco, la verdad es que quiero que esa sea una noche memorable.
***
Y así, tan rápido como un parpadeo, había llegado ese día tan especial. Las mariposas no dejaban de revolotear en mi estomago como signo de nerviosismo y yo no dejaba de ir de un lado a otro tratando de estar arreglada lo antes posible para Jay. El timbre de la entrada sonó justo a tiempo, miré el reloj.
Ocho en punto.
A pesar de que Jay era un chico algo descuidado con la mayoría de las cosas, el tiempo era la excepción, siempre llegaba a tiempo a todo lugar, creo que ese aspecto era uno de los que más me asombraba de él.
— Mi ex-mejor amigo — murmuré en voz alta, no se escuchaba tan mal como pensaba.
El sonido de unos suaves golpes en mi puerta hicieron que saliera de mi pequeño mundo imaginario. El amable rostro de mi madre se asomó por la puerta.