La Estación

Good Bye, Amsterdam.

Dylan.

Caminar por Amsterdam, por el centro de mi ciudad, era una de las cosas en las que me puedo considerar perfecto.
Los audiculares blancos colgando de mis orejas, tocando cualquier melodía que representará mi vida o lo que sentía, hacía que todos a mi al rededor participarán en un video musical, ya sabes, hasta cierto punto es divertido, todas la personas a tú al rededor con problemas diferentes, cada una de ellas con sentimientos diferentes y situaciones diferentes y yo imaginándolas bailar para mí mientras camino por esta ciudad cantando mi éxito número uno gracias a mis Dylanianers.

—¡Dylie!— mis audífonos ya no estaban en mis oídos, las personas bailando para mí se habían ido a seguir con sus vidas y aquel cabello rizado y rubio estaba sacudiendome para despertar de mi video musi... Mi transe.

—¡Oye, ya oí!— me queje, mirando los ojos avellana de Callie, una pequeña niña de seis años que vivía por mi barrio. Al percatarme de mi muy inusual tono mi semblante se relajó.—Oye lo siento pequeña.— decidí apagar mi música y prestarle atención, después de todo ya estaba en mi vecindario.

—Tu mami dice qué hay que irnos, ya, ya.— ¿olvide mencionar que era mi vecina? Creo que si, bueno, lo es.

—¿Irnos?— sonreí ante su entusiasmos, ya tenía su pequeña mano entrelazada con la mía jalándola para llegar a casa... Cielos, su mano era tan pequeña.

—Si, si, a casa, casa.— Callie solía repetir mucho las cosas, supongo que por el hecho de ser una pequeña infante, o por el hecho de que me irrita, pero como todo lo demás... Bueno, decido callarlo.

—Ah, eso, tranquila Callie, ya llegaremos.— la tranquilizó un poco y ella me sonríe apenada acomodándose a mi lado para seguir mi pasó sin soltar nuestras manos.
Un par de casas más serían suficientes, solamente llegar y estar ahí con... Mamá, la abuela, y papá.

—¡Ya llegamos familia!— grito Callie al abrir la puerta de mi casa, ya sabía perfecto el camino e incluso nuestra rutina, sus padres trabajaban la mayor parte del tiempo y necesitaban de alguien que la cuidara, ¿quién mejor que mi abuela? Si ama a los niños y ella tiene ese espíritu peculiar de las abuelas que hace que todos los niños la amen.

No dije nada, sólo sonreí ante el entusiasmo de la pequeña rubia. Siempre había sido un chico reservado... Y no es como que crea que está mal, es mejor así, solo escuchas, debates en tu cabeza, les contestas todo lo que quieres, que no estás de acuerdo, malas palabras, la verdadera basura de persona que es....pero de tu boca nunca sale nada, es... Menos doloroso, y menos ofensivo, no te metes en problemas, es mejor, ¿no? Ah no lo sé, pero a mí me funciona y creo que estoy feliz con eso.

—Dyl...— hablo mi abuela desde el fondo de la cocina con los brazos abiertos y una mirada cómplice... Vendría sus besos en la mejilla.
Dios abuela, no más besos, aún no se me quita tu labial rojo de mi mejilla quise decirle.
Pero al contrario de este, abrí mis brazos con una ligera sonrisa, esas que daba cuando no estaba de acuerdo con algo o simplemente no quería pero aún así aceptaba.
Sentí su beso en mi mejilla y sonreí. Amaba los besos de la abuela, siempre dejaban marca pero eran sinceros y me hacían sentir... Como si estuviera en una burbuja y nada atravesaría esa burbuja ni si quiera un alfiler.

—¿Para mi no hay besos, abuelita?— preguntó Callie desde abajo ya que había quedado en medio de nuestro abrazo.

—¡Claro que si!— mi abuela hizo la misma típica expresión pero esta vez bajando más su estatura, sonreí un poco, era más una sonrisa de lado para comenzar a caminar a mi habitación, subiendo las escaleras.

No soy muy bueno detallando las cosas así que te diré un poco como es mi casa, digamos que abres la puerta y a tu derecha te encuentras con las escaleras las que dan al segundo piso, donde hay tres habitaciones más, el de mis padres, el mío, y el de... El de mi abuela.
Pero a tu izquierda encuentras el recibidor y unos pasos más al frente la cocina, a tu derecha hay otra habitación donde dejamos el comedor.