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Me piden un 100, poniéndome interminables comentarios barrera, obstáculos y trampas imposibles en un 50.

No puedo volar y menos si me arrancas las alas.

Pretenden que algún día (ya) llegue a ser lo que esperan, aquello que ni he sido, ni soy, ni seré.

Porque no quiero, no porque no pueda.

Y siento mucho (no siento nada) si no cumplo las expectativas que un día se idearon para mí, si no puedo destacar en algo de provecho, o si no consigo encajar en su perfección de mierda, y es que la palabra perfecta nunca hizo buena rima con mi nombre.

Culpables son mis padres por no ser poetas.

Mente adolescente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora