El viento templado y gélido que golpeaba con fuerza contra la cueva del muerto nada tenía de ordinario. La azotaba una ventisca mágica de un frio intolerable, aún para los estándares de una tierra como Rusia, que podía llegar hasta los 70ºC bajo cero. Arrinconados dentro de la cueva, en un intento por mantener el calor y abrigarse del fuerte viento y el frio inmisericorde, se encontraban un grupo de jóvenes malheridos; aquellos que unos meses atrás habían bajado del Magic Express.
De aquel numeroso grupo de viajeros ahora solo cuatro personas quedaban, estos eran: Alexa Basterbine, Raven Louisernbarn, Sebastian Van der Ville y Monique LeBlanc. De los otros jóvenes que llegaran con ellos no se sabía mucho; la gran mayoría, comenzando con Sophia Halloway, habían muerto en una sangrienta batalla contra los alumnos de la academia rusa. Durante esta pelea Sophia había demostrado una increíble cantidad de poder, levantando pedruscos de tierra y haciendo temblar la academia desde sus cimientos, comprimiendo el aire de tal forma que se transformaba en navajas, balas y escudos, y lanzando poderosas criaturas hechas a partir del fuego mágico que Sophia desde niña había aprendido a manejar; razón por la cual fue necesario asesinarla a ella primero. En un abrir y cerrar de ojos, todos los prodigios que ella había realizado fueron absorbidos en su mayoría por una especie de esfera metálica que rodó hasta ella absorbiendo su maná, y dejándola indefensa ante la horda de muchachos enfurecidos; quienes luego se abrieron paso, matando a más de la mitad de los pasajeros del Magic Express.
Un segundo grupo, menos numeroso, fue el de los sobrevivientes de la primera pelea, aquellos que escaparon con ayuda de Sebastian, y ahora se encontraban fuera de la cueva, intentando con todas sus fuerzas repeler la horda de estudiantes que se abalanzaban sobre ellos. Una vez descubierto el complot, y habiendo sido asesinada Sophia, los muchachos fueron perseguidos fuera de los terrenos del colegio por los alumnos que cursaban dentro de éste. Cuando ya no había manera alguna de salvarse y todo se veía mal para ellos, fue Sebastian quién dio un paso al frente.
—Continúen —avisó él, casi en un susurro, y se plantó en la nieve con una voluntad férrea y una mirada altiva—. Yo los retrasaré lo más que pueda, ustedes busquen refugio.
No fueron necesarias más palabras, aquellos que seguían vivos apretaron el paso, y Sebastian encaró solo a aquella multitud. Venían sobre él alrededor de unos treinta estudiantes que lanzaban ráfagas de energía a diestra y siniestra, un despliegue tan intenso que parecía provenir de fuegos artificiales. Sebastian realizó algunos movimientos con sus manos, y destellos plateados emergieron de sus dedos, el iris de sus ojos pasó de ser negro, a tomar el mismo color plateado brillante que chisporroteaba de sus yemas, una lágrima de sangre rodó por su mejilla antes de realizar el movimiento final.
Los perseguidores cayeron de pronto, muertos por la maldición de Sebastian; uno de los hechizos definitivos de la telepatía, que asesinaba a su víctima, a costa de un parte de la vida y la inteligencia del invocador. Solo que, al usarlo sobre treinta personas, el hechizo se sobrecargó, trayendo consecuencias fatales para aquel muchacho. Sus ojos estallaron y una lluvia de sangre bañó la nieve a sus pies, antes que su hermana Victoria regresara, recogiera a su hermano que se hallaba en estado catatónico y se lo llevara volando a la cueva del muerto.
Fuera de la cueva, Victoria Van der Ville lideraba, junto con Miranda a aquellos jóvenes que quedaban, y que combatían fieramente por sus vidas, pero ya todos habían sucumbido. En la lucha, protegiendo a quienes estaban dentro, sólo quedaban Victoria, Miranda de la Rosa, Giulliana Evans y Franccesca Pirlott, pero las mujeres ya estaban cansadas, y no durarían mucho más.
—¡Monique, Haz algo! —los gritos de Raven hacían eco dentro de la cueva, tenía los ojos llenos de lágrimas, el haber perdido a su hermana Ámbar había sido un duro golpe, y sus poderes ya ni siquiera le respondían— Lo que sea Monique, pero haz algo.
—No puedo —le replicó ésta, también llorando—. No sé qué hacer.
De fondo, además de los gemidos de dolor de Sebastian, se escuchaba claramente el fragor de la batalla; por lo visto, otra de sus compañeras había muerto ya, pero resultaba difícil saber cuál.
—¡Lo tengo! —Alexa muy poco había hablado desde que su hermano se sacrificó para salvarla, se hallaba en un estado de shock que la había mantenido velada hasta ese momento— Tu poder de premonición, Monique.
—¿A qué te refieres? —le respondió ella— No tenemos futuro alguno donde mirar, moriremos aquí, para nosotros no hay más avenir.
Un gran estallido, seguido de un grito agudo les indicó que otra vida se había extinguido aquella tarde, y a juzgar por el desgarrador grito que profirió Sebastian, se trataba de su hermana Victoria.
—No quiero ver el futuro Monique —Alexa se estaba exasperando, ya no les quedaba mucho tiempo—... del pasado es que estoy hablando. Envía una visión al pasado, evita que todo esto suceda... Monique... sálvanos.
Todos los sonidos súbitamente se apagaron, solo quedaba el clamor de la ventisca que golpeaba contra la cueva, y unos pasos sobre la nieve que se aproximaban a donde ellos estaban. Monique intentaba con todas sus fuerzas concentrarse a pesar de esto.
—Con que, esto es lo que queda de los estudiantes prodigios de Merrythought; aquellos que hace unos meses pensaban que podrían vencernos en un torneo.
La voz que retumbaba contra las paredes sonaba más ampulosa con cada palabra, era una voz cínica, malvada, quizás magnificada por ese peculiar acento ruso.
—Iván...
El muchacho frente a Alexa tenía en su rostro una marcada sonrisa de oreja a oreja, le divertía el hecho de matar, y él solo había sido el asesino de la mitad de los jóvenes de Merrythought.
—Bueno, me divertiré mucho con esto...
La temperatura volvió a descender drásticamente y ellos ya no pudieron moverse. Aquel muchacho controlaba con destreza la magia del hielo, y en ese momento pensaba congelarlos hasta morir. Monique hizo acopio de las fuerzas que le quedaban, y antes de apagarse su vida, consiguió enviar un mensaje a la Monique del pasado.
Esta es la visión que tuve antes de llegar, y la escribo por dos razones: la primera de estas es, que si mi visión se cumple, tía, quiero que sepas como ocurrió todo y le avises a la academia la manera en que perecimos a manos de nuestros supuestos hermanos. Pero la razón más importante por la que la he escrito es porque aún conservo fe en que daremos vuelta a todo esto, y conseguiremos librarnos de las garras del destino. Hasta entonces, tía Adrienne, se despide de ti tu sobrina.
Monique LeBlanc.
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El corazón del mago (tierras heladas)
FantasyUna vez que el tren ha descendido en la vasta tierra de Rusia, los problemas parecen haber quedado en el pasado, pero una visión altera por completo los planes de calma de nuestros pasajeros. Monique ha visto un incierto futuro donde todos los pasaj...