Capitulo 19

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Mike aún no despertaba, y de vez en cuando se oían sus gritos en sueños. Me llamaba y extendía sus brazos como si intentara alcanzarme. Un poco asustada, decidí llamar a mi tío Dylan. Cuando llegó, lo primero que hizo, después de escuchar todo lo sucedido (menos lo del golpe), fue extraerle un poco de sangre para ver si en verdad lo habían drogado.

— Tal vez solo está exhausto. Despertará en cualquier momento —me asegura mi tío después de revisarlo a fondo—. Pero lo que más me preocupa es el moretón en tu mejilla. ¿Qué te pasó? —pregunta mientras saca una pomada de su maletín y me la entrega.

— Me lo hice entrenando. A veces Timmy no controla su fuerza —miento, forzando una sonrisa.

Dylan asiente con la cabeza, poco convencido. Realmente no pensé mucho al decirle eso; probablemente Timmy es de las personas que mide más su fuerza cuando se trata de mí. Siempre que entreno con él, solo me da leves golpes o empujones inocentes que me desestabilizan, y Dylan en varias ocasiones ha sido testigo de ello. Quizás hubiera sido mejor decirle que me peleé en la calle, sin duda eso habría sido más creíble.

— Fingiré que te creo —murmura, acariciando mi mejilla con cuidado—. Te llamaré cuando tenga los resultados. Te quiero, preciosa.

Deposita un beso en mi frente y se marcha, dejándome a solas con Mike. Debería ir a trabajar y dejarlo descansar, pero por mucho que me gustaría hacer eso, simplemente no puedo. No dejo de darle vueltas a lo sucedido. Nunca había oído hablar de una droga que te haga hacer cosas en contra de tus propios principios. Sé que Mike nunca me haría daño. Hemos tenido discusiones peores que esas y nunca se ha atrevido a levantarme la mano. Pero antes... Un escalofrío recorre mi cuerpo solo de pensar en lo que podría haber pasado si no se hubiera desmayado. Está claro que, por un momento, recobró sus cinco sentidos, y creo que realmente estaba arrepentido. Pero en ese instante seguía luciendo peligroso. Lo vi en su mirada. Él mismo se debatía entre seguir haciéndome daño o detenerse, y eso es realmente aterrador. El corazón me duele mucho más que el golpe que me dio.

—¡LEAH! —

El grito me hace saltar de la silla. Busco con la mirada y ya no lo veo tumbado en el sofá, sino sentado, con la espalda recta y la vista fija en un punto indescifrable de la pared blanca. Tiene los puños apretados sobre las piernas, la respiración agitada, como si algo dentro de él estuviera a punto de estallar.

—¿Mike? —digo, apenas un susurro, sin atreverme a dar un paso.

Lentamente, gira la cabeza hacia mí. Sus ojos, otra vez rojos, se clavan en los míos. Pero hay algo distinto. Me mira... sin verme. Su expresión está vacía, perdida. No hay rastro del brillo cálido que tanto amo; en su lugar, solo queda una sombra, una tormenta a punto de desatarse.

Retrocedo un paso cuando se pone de pie, lento, sigiloso, estudiando cada uno de mis movimientos con la precisión de un depredador acechando a su presa.

—Leah, tienes que irte de aquí —gruñe de pronto, cubriéndose el rostro con ambas manos.

Su voz... suena como él. El verdadero Mike. Esa chispa me da el valor que necesito para acercarme. Avanzo con cautela, guiada por la confianza, por el amor que le tengo. Quizás esto es parte del efecto secundario de esa maldita droga.

—Algo va mal conmigo... por favor, huye —me pide, su voz ahora quebrada.

Niego con la cabeza, aun sabiendo que no puede verme. No me importa. Con la mayor suavidad posible, dejo caer mi mano sobre su hombro, intentando transmitirle que estoy aquí, que no lo voy a abandonar, sin importar nada.

Nada puede separarnos.

¿Y Asa?

Ignoro la voz en mi cabeza. Me concentro en Mike. Su cuerpo está completamente rígido, como si fuera a romperse en cualquier momento. La respiración se le entrecorta, y murmura algo, pero no entiendo lo que dice.

True Love Donde viven las historias. Descúbrelo ahora