CAPÍTULO 3

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Otro día caía rendido a los pies de Blacktown, como de costumbre una espesa niebla se apostaba en la faz de la ciudad. Un coche negro, silencioso y majestuoso atravesaba una solitaria carretera. En su interior, una ferviente discusión se llevaba a cabo. Black, el temible magnate de la ciudad, vociferaba teléfono en mano.

-No me cuentes gilipolleces ¿Tú crees que yo hubiera llegado donde estoy por interesarme por el medio ambiente y los intereses de la gente? Un incómodo silencio se apoderó del coche. Alguien hablaba al otro lado del teléfono, con la voz entrecortada, intentaba explicar todo lo que podía suceder si los planes de Black se ejecutaban según sus intereses.

-Mira, tu vas a hacer las cosas como yo diga, y si no la pobre Elena sufrirá las consecuencias, hasta ahora he sido muy benevolente contigo Matías-. Dicho esto, colgó, y con una mirada de satisfacción miró a su derecha.  Un enorme hombre de tez blanca y pelo rubio se encontraba entre el.

-Cuánto queda-. Ladró Black.

-No lo se señor-. A pesar de su superioridad física, el mercenario rubio respondió con miedo.

-No me toques los huevos Sergey-. Respondió Black.-Panda de ineptos de mierda-. Dijo en un tono más bajo, pero aun audible.

Pasado un rato el colosal coche se introdujo en el garaje de una gran fábrica de vertidos tóxicos. La puerta se cerró instantáneamente después de que se adentrara en aquella vieja fábrica. Los faros apuntaron a una silueta sentada en una silla. Llevaba una bolsa de tela en la cabeza, y se encontraba maniatada.

La puerta del solemne coche se abrió, y de ella emergió un hombre de estatura media, más bien pequeño, moreno, de ojos marrones, y vestido con un elegante traje. Acto seguido, detrás de él, salió Sergey, con dificultad, debido a su gran estatura. La imagen hubiera resultado cómica, de no ser por un chillido agudo emitido desde el interior de la bolsa.

-Descúbrela anda-. Indicó Black. Sergey, con gesto firme, casi agresivo, retiró la bolsa de tela. Una cabellera castaña y larga, apareció de repente. Debajo se discernía un

rostro de mujer. El implacable sicario agarró con fuerza de los pelos a la joven, y estiró hacia arriba, dejando la cara completamente al descubierto. Unos ojos verdes, llenos de lágrimas, miraban firmemente a Black, pidiendo clemencia, hablando por ellos mismos. Una costra de color magenta oscuro se abría paso en la piel morena de la mujer, desde la mejilla, hasta la sien derecha. En su ojo izquierdo se encontraba un oscuro rosetón morado, que hacía que su ojo, verde y cristalino resaltara aún más.

-Buenos días preciosa-. Susurró en su oído Black con un falso amor. -Veamos si tu papi es un hombre valiente, o si le da igual que su hija siga sufriendo-. De repente, su bolsillo vibró, su mano, fina y larga se introdujo en la comisura del pantalón. Acercó el móvil a su oreja, y poniendo voz de locutor de radio dijo, -Buenas noches radioyentes, oscurece un nuevo día en la maravillosa ciudad de Blacktown, hoy en “despechada hasta la muerte porque mi padre es un cobarde” veremos si la joven Elena se salva del poderoso y atractivo Black-. Dijo en tono burlón. -Basta de mierdas Matías, me has llevado mucho trabajo, demasiado para un pelele como tu, y al final, me has acabado empujando a raptar a tu preciosa hija, me parece que tienes un grave dilema entre manos-. Dicho esto activó el manos libres, de este modo se aseguraba de que su hija escuchara a su padre amedrentado por su poder. La joven gemía y sollozaba. Al otro lado del teléfono la respiración de Matías se entrecortaba.

-Vamos a ver Matías, amigo mío, has llamado exactamente dos minutos y cincuenta y cuatro segundos tarde-. Comentó mirando el reloj.- es una pena, pero ya no podemos hacer ningún trato.

-No Black por favor, no puedes hacerme esto, devuélveme a mi hija sana y salva, y te prometo que haré todo lo que me pidas, mataré si hace falta-. Escudriñó desesperado Matías.

-¡Ah! Ya se como lo podemos solucionar, tu hija se va a venir conmigo, seguro que hay algún camionero viejo y gordo que quiere pasar un rato con ella-. Siseo en tono socarrón.

La actitud de Matías cambió de repente.-Escúchame bien, maldito cabrón, juro ante lo más sagrado que si vuelves a perjudicar a mi hija te arrepentirás durante toda tu maldita vida. Me aseguraré de derrumbar todo tu imperio, mataré a toda tu familia y te obligaré a mirar mientras la puta de tu hija solloza de dolor ¿Crees que no se que tienes una hija y que se llama Yuri? No eres el único que puede ser un hijo de puta te enteras-. Hubo un silencio después del alegato de Matías, Black estaba atónito, no podía comprender como un simple controlador de vertidos tóxicos le podría estar dando tantos problemas, había algo que se le escapaba.

-No me hagas reír Matías, tú sabes mejor que nadie que es imposible que una piltrafa como tu pueda con un imperio como el mío. De momento lo que es seguro es que tu hija esta noche duerme conmigo-. Ladró Black con una falsa confianza. Después de esto colgó, y su mirada se fijó en Elena, ella lo miraba ferozmente. Por primera vez en toda su vida Black sentía miedo, pero esto no impidió que le hiciera un gesto a Sergey. Este clavó una jeringuilla en el delicado cuello de la joven, Elena cayó rendida en cuestión de segundos.  

La puerta de la fábrica se abrió y de ella salió el coche, silencioso, tranquilo, solemne

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