1- Lanka Maishal

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El salón estaba repleto de segunderos de las clases sociales altas. Hombres y mujeres de elegante porte conversaban en pequeños grupos repartidos por toda la sala, esperando el momento de la coronación, el momento en que Tunia Maishal dejaría de ser Lock y gobernar el departamento del tiempo real después de cuarenta años de reinado.

Yo me encontraba en mi cuarto junto a Lidia y Cecil, ambas me estaban ayudando a prepararme para la coronación. Quedaba una hora para el comienzo de la ceremonia y los nervios se apoderaban poco a poco de mí.

–Tranquila, lo harás bien– me sonrió Lidia mientras me acababa de peinar.

Ella era joven, poco mayor que yo. A sus veinticinco años ya había conseguido empezar a trabajar en el gobierno del departamento y llevaba casi dos años siendo mi dama de compañía y mano derecha junto con Cecil. Lidia era alta y delgada, de pelo moreno radiante y ojos verdes brillantes y llenos de inteligencia. No era de extrañar que llegara tan lejos siendo hija de una familia de los barrios pobres del departamento.

–¿Te imaginas que me tropiezo por las escaleras como Juta?– reí levemente al recordar el suceso.

Lidia rio conmigo y Cecil nos miró mal.

–No es propio de Lock reírse de sus compañeros, menos todavía de Alf y su departamento, que es nuestro mejor proveedor de alimentos y materias primas– nos regañó.

Lidia rodó los ojos y me sonrió con cariño.

–No le hagas caso, vas a convertirte en Lock, pero eso no significa que tengas que comportarte como tu madre.

–Tunia no...– Cecil me interrumpió.

–Lidia, ¿podrías llevar esto a junto de las lavanderías?– dijo entregándole un montón de ropa, que ella cogió a duras penas.

–Por supuesto. Vuelvo en un momento, Lanka– se despidió saliendo por la puerta.

Cecil retomó la actividad que estaba haciendo Lidia y se puso a darle los últimos retoques a mi peinado.

–Espero que te comportes esta noche, niña– me advirtió.

Su voz era estricta y amenazante, pero yo la conocía desde que tenía recuerdos de mi infancia, ella siempre había estado ahí para mí desde mi nacimiento, y sabía que en realidad ella era muy cariñosa conmigo y nunca me haría ningún tipo de daño.

Cecil era una anciana de setenta años, de pelo cano y ojos opacos. Su arrugado rostro se contraía en una mueca extraña cuando algo no salía como debía. Había sido la mano derecha y mejor amiga de Tunia desde la coronación de ella, y antes de eso incluso. Ella era la abuela que nunca había tenido y le estaba profundamente agradecida por todo.

–¿Estás lista, pequeña?– me preguntó una vez hubo terminado.

–Desde hace años lo estoy, Cecil.

Me puse de pie y ella me miró orgullosa.

–Mi linda niña, esta será la última vez que pueda estar contigo...

–No diga tonterías, Cecil– reí mirándome en el espejo.

–Ahora no lo entiendes, pero mañana te darás cuenta de la verdad, Lanka.

Fruncí el ceño confundida y preocupada. Cecil solo me llamaba por mi nombre cuando hablaba en serio.

–Cecil...– murmuré al ver cómo ella abandonaba la habitación con la calma que la caracterizaba.

Volví a mirar mi reflejo en el espejo y suspiré intentando relajarme. Al fin me convertiría en Lock. Llevaba toda mi vida practicando y preparándome para este momento.

Los hijos del TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora