I know i'm not the Only One...

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You, are, the only exception

You, are, the only exception...

—  Pero… ¡Sherlock! — el detective lo ignoró olímpicamente dándole la espalda. — No… No tiene sentido…

— Has lo que te digo. Solo así podríamos hacerlo caer en la trampa.

— Sherlock, entra en razón. Soy siempre el primero en decir que tus métodos, aunque excéntricos y disparatados, son efectivos. Pero lo que me pides justo ahora es una locura. No puedo hacerlo, me niego a…

— Basta. — le cortó secamente. Metió las manos en el bolsillo del saco y detuvo su andar justo en el umbral de la puerta.
Baker Street jamás se sintió tan sombrío, tan falto de luz, tan lúgubremente silencioso. Ni siquiera podía oírse el ir y venir de los automóviles en la avenida o el gotear de la llave del fregadero en la cocina ni el crujir de la madera vieja en el edificio.
Sherlock le miró por sobre su hombro y los fríos ojos de zafiro le hicieron estremecer.
— Has lo que te digo.

Sin más, abandonó el departamento dejando a John con un nudo en la garganta, parado ahí, sin la fuerza necesaria en sus piernas para sostenerle. El corazón podía fallarle en cualquier momento así que se llevó una mano al pecho en un intento inútil por detenerlo. Se dejó caer en el sofá y comenzó a resoplar horrorizado.

¿Cómo es que había llegado hasta ahí?
Oh, claro. Se había enamorado perdidamente del consultor, de sus ojos de cachorro, de sus rabietas infantiles, de sus rizos desordenados, de su sonrisa, de su profunda voz, de los tenues despliegues desinteresados que eran tan fugaces como los de amabilidad. De su lado más oscuro y del leve atisbo de luz en su exterior.

No se había dado cuenta de cuanto amaba a ese hombre hasta que le perdió tras la caída o al menos eso creyó, porque Sherlock regresó de la muerte a él. A él que para poder superar su dolor tuvo que hacerlo por medio de otra relación.
Y ahí yacía el meollo del asunto: No se cansaba de negar que eran una pareja, de gritar a los cuatro vientos su heterosexualidad y se encontraba, durante tres años, necesitando “otra” relación.

Mary fue indudablemente un sedante a lo largo de su convalecencia por Sherlock. Era una mujer increíblemente tolerante, simpática y hermosa. Merecía ser amada y John tenía que pagarle con el más profundo cariño en su pecho. Desgraciadamente éste ya le pertenecía al detective.

"Tengo que tratar ¡Con un demonio!"
No estaba intentándo lo suficientemente duro, no estaba esforzándose por olvidarle. Así que comenzó a decirse, en su fuero interno, lo mucho que amaba a Mary.
Si eso se proponía, primero tenía que empezar por creer su propia mentira.

Y justo en el momento en que creía haberse convencido de estar listo para dejar ir su recuerdo, justo cuando creía haber librado a su corazón de la agonía, del martirio al que su alma era arrastrada sin piedad, Sherlock reaparecía en su vida.

Solo Mary, Sherlock y el propio John, sabían la magnitud del desastroso encuentro.
Quería despreciarlo, quería herirlo y su prometida no ayudaba en nada en la colérica empresa poniéndose de su parte.

Por más que luchó contra sí mismo, no pudo permanecer enojado con él.

Lo amaba y no había cura para eso.

Pronto volvieron a las andadas, los casos, las noches en Baker Street y la proximidad que cada vez era más peligrosa. John era un hombre comprometido y Sherlock el amor de su vida.

Not the Only OneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora