La Última Venganza

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Todos se encontraban en el puerto esperando a que el barco estuviera listo para zarpar. Ellos eran Bárbara, Marisela, Santos, Cecilia, Antonio y claro Toñito y Lucía. Cada uno con sus perspectivas maletas, bolsones, lo que fuere necesario para equipar sus prendas personales. Sin embargo éstos, viajarían todos juntos, excepto la doña que era de casualidad que la encontraran también en el puerto. De hecho, la cacica llevaba equipaje demás como si viajara por muchísimo tiempo, los Altamireños irían por un tiempo de vacaciones a la playa pero, al parecer la patrona de El Miedo no haría un viaje de vacaciones ni nada por el estilo. ¿Se lo imaginaban? No, ni tampoco querían saberlo.

-¿Qué hace ella aquí? - pregunta la menor de los Barquero.
-No lo sé mi sol, pero no le hables ni tampoco le mires - aconseja Luzardo, ella asiente.

Bárbara por un lado los había sentido llegar, ni le pasó la idea de mirarlos. Maldijo por dentro, ¿qué ellos no podían escoger otro día para marcharse? No, justo en el momento donde ella decide hacer un viaje y un tanto largo.
Sin dejar notar que les importaba la castaña se aleja platicando con el patrón del barco, que ya estaba a punto de zarpar.
Inevitablemente escucha la conversación de aquel par:
-Mira, la pasaremos muy bien, estaremos juntos que es lo importante. Esto será como una luna de miel - Santos le sonríe a Marisela, plantándole un beso en dorso de su mano.

Bárbara aprieta los puños decide subir de una vez al barco cuando le subieron el equipaje, Antonio y Cecilia quienes conversaban notaron el mal humor de la castaña al ingresar al bote.

Al terminar de subir toda la embarcación prendieron marcha:
-¿Con quién vamos? - pregunta en voz alta el patrón.
-Con Dios y con la virgen - contestaron los demás.
La única que no articuló palabra fue Bárbara, quien estaba muy concentrada mirando el paisaje mientras se fumaba un cigarrillo. Prácticamente para bajar un poco su enojo, nervios, celos...
En todo el viaje no ha dicho y hecho nada, sin embargo eso no quería decir que ella por dentro no estuviera inquieta, se moría por llegar ya. No los oía pero los sentía cerca, su sexto sentido no le fallaba nunca.
Antes si quiera ellos se acercaran donde ella se encontraba, bota su tercer cigarrillo en el día y se aleja del lugar.

Ellos al verla se extrañan a la vez que no le dan tanta importancia, posteriormente siguen con su platica, sus planes en la playa, la organización de sorpresas que tiene preparado Luzardo dejando picada a Barquero quien insiste en que le dijera lo que tiene planeado. Sonriendo él se negó en contarle, afirmándole que le encantaría y valdría la pena.

Bárbara caminaba alejándose de todos los que se encontraban en esa embarcación, se detuvo en seco al encontrarse con Antonio y Cecilia sin decirles nada siguió su camino, posteriormente sube las escaleras para estar a solas.

La pareja cruzan miradas entre sí completamente extrañados por su actitud, antes hasta haría un comentario sarcástico solo para molestarlos, ésta vez, no hizo nada para incomodarlos. Era muy extraño de ella, hasta pensaron que con esa actitud quería llamar la atención de ellos. Sin embargo la castaña no tenía esa intención, no les importaba ellos, solo quería estar a solas, como siempre ha estado, solo que antes le dolía esa soledad y ahora era muy distinto porque, quería esos momentos de soledad. Así y solo así podía estar en calma.

En el resto de la vía no se volvió a cruzarlos, estando un poco más cerca de San Fernando, Bárbara había bajado
a buscar a alguien que le ayudara con sus equipajes porque quería llegar lo más pronto a hospedarse en un hotel.

Los cuatro integrantes de Altamira la mira, es como si fuera otra persona o quizás, era ella con otra estrategia. No lo sabían con exactitud, lo único que sabían es que no debían de confiar en ella y su repentino cambio.
Allá ella, pensaron casi al mismo tiempo. El momento era solo para ellos, nada más.
Bárbara Guaimarán no vivía en ese vínculo.
Ella claro que lo sabía, tampoco deseaba estar en su circulo, menos ahora que nada le importaba ya.
Nunca se arrepentiría de no haber hecho las pases con su hija, aún creía que era una traidora, en el momento que quiso hacerlo. Se dio cuenta que ella en realidad quería el camino libre para estar tranquila
con Santos, tener la hacienda de Los Barquero, pasarla a una humillación de echarla en cuanto podía. Porque ella solo era un estorbo.
Lo notó en sus ojos, se alejó unos pasos atrás y dijo:
-No, no te quedarás con todo lo mío, seguiré luchando, no te dejaré ser feliz.
La muchacha no lo podía creer, jamás creyó que ella pudiera descifrar sus intenciones en tal solo ver sus ojos.
-Nunca serás la dueña de nada, El Miedo es mío, Santos pronto te pondrá el cuerno y yo..., cantaré victoria - rió en su cara con cinismo. Jamás dejaría que ella cumpliera el capricho de su estúpido padre.
No quiso decirle media palabra al patrón de la casa grande, él se daría cuenta, cuanto se había equivocado en dejarla sin ella siquiera mover un dedo. Tenía un plan en mente, sino tenía uno, ella no sería Doña Bárbara.

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