Tengo entre mis manos un pequeño álbum cargado de fotos tomadas hace varios meses. Cada foto esconde un gran recuerdo y cada recuerdo un sentimiento. ¿Cómo es posible que aún pueda sentir lo mismo que sentí en ese momento a través de una foto? Sigo pasando las hojas y me detengo en una foto, que coño, es la foto. Y no es porque salgamos posando como si fuéramos modelos, si no que esa foto se puede decir que ha sido la que ha definido nuestra relación a lo largo de los meses que llevábamos juntos. La sonrisa que tengo en esa foto por las cosquillas que sentía cuando él trazaba un camino de besos con sus labios por mi cuello hace tiempo que la perdí, concretamente el día en el que él salió de mi vida.
Es imposible que ya haga dos meses desde que Edu decidió poner punto y final a nuestra relación. Creía que todo iba bien, que lo nuestro iba a ser de esas historias de amor que son para toda la vida; que íbamos a tener un ático en pleno centro de Madrid con un perro y nuestros hijos, que envejeceríamos juntos... pero me equivoqué. Como también me equivoqué en pensar que perder a una persona a la que quieres es un dolor que se puede soportar. Já, que ingenua fui y soy. Debería de haber una especie de manual en la que te expliquen cómo superar que el amor de tu vida no te quiera y no quiera continuar la relación que tú creías que iba a ser para siempre. Creo que sería el libro mas vendido de todo el mundo. Es increíble que valoremos lo que tenemos cuando esa persona desaparece de nuestras vidas. Y cuando esa persona decide irse de nuestra vida se lleva consigo gran parte de nosotros, gran parte de nuestro corazón; aunque en mi caso, Edu se lo ha llevado entero.
Continúo pasando las hojas de aquel pequeño álbum hasta llegar al final. ¿Cuál puede ser el grado de masoquismo al que me someto día a día tras leer todas las cartas, conversaciones, mirar fotos y vídeos que tengo con Edu? Infinito. Me seco con la manga de la sudadera que llevo puesto las lágrimas que sin darme cuenta han brotado de mis ojos y guardo el álbum en uno de los cajones de mi escritorio. Abro el armario y comienzo a guardar la ropa que hay perfectamente doblada encima del escritorio. Meto en uno de los estantes una camiseta, y otra, y otra y así sucesivamente y me doy cuenta de que el negro es el color que predomina en toda mi ropa. Sin duda debo renovar la ropa porque con tanto negro parece que esté de luto. Siento como cada lágrimas moja poco a poco mis mejillas después de haber visto el álbum de fotos con Edu. Escucho unos pequeños golpes en la puerta de mi habitación y me seco las lágrimas todo lo rápido que puedo. En ese momento, la puerta de mi cuarto se abre y aparece el rostro de mi compañero de piso.
- Pau, tenemos que ir a comprar la comi... - no termina la frase ya que su mirada se encuentra con la mía y nota que hace pocos segundos he estado llorando. - Has vuelto a ver al álbum de Edu, ¿verdad?
Asiento con la cabeza y miro al techo para evitar que una avalancha de lágrimas brote de mis ojos. Raúl, mi compañero de piso, entra en la habitación para abrazarme y no sé si ha sido un error o un acierto pero comienzo a llorar. Cada lágrima que cae de mis ojos lleva un recuerdo, un sentimiento o un momento vivido con Edu y la verdad es que estoy cansada de que cada lágrima sea por él. Raúl continúa abrazándome en silencio sin decir nada. Me obligo a dejar de llorar, me separo unos centímetros de Raúl y me seco las lágrimas.
- ¿Estás mejor? - dice Raúl mirándome con sus ojos marrones oscuros-
- Sí, creo que sí.
- Vale, pues lávate la cara y nos vamos a comprar la comida.
- ¿Es necesario que vaya yo?
- Sí, es necesario. Anda y ves al baño a lavarte la cara - dice mientras me coge de la mano y tira de mí para acompañarme al aseo.
Llego al aseo y miro mi cara en el espejo. Está espantosa. Me echo agua en la cara y me la seco con una pequeña toalla azul que hay en el toallero. Vuelvo a mirarme la cara en el espero y sigue siendo espantosa. "Esto no tiene arreglo ni con la penicilina" - pienso. Me deshago el moño y comienzo a cepillar mi pelo. Desenredo los quinientos nudos que tenía en el pelo para después hacerme una coleta, ya que se me ha quedado la marca de la coleta. Dan unos golpecitos en la puerta.
- Pau, ¿te queda mucho?
En ese momento abro la puerta del baño y salgo.
- Ya estoy lista.
- Muy bien, pues nos vamos.
Los dos avanzamos por el pasillo, recogemos las llaves y nos dirigimos al ascensor. Mientras que el ascensor llega a la planta dónde nosotros nos encontramos, Raúl y yo intentamos ponernos de acuerdo en lo que queremos comer. Al final, como siempre, gana mi propuesta y por lo tanto comeremos macarrones. Al entrar en el ascensor me vuelvo a mirar en el espejo.
- ¿Sabes que cuando llorar se te ponen los ojos mas verdes de los que los tienes?
Miro a Raúl a través del espejo y los dos sonreímos.
- Creo que los ojos es lo único bonito que me han dado mis padres.
- Ahí te equivocas, tú eres bonita en general.
- ¿Pero me has visto la cara que tengo?
- Acabas de llorar, es normal que tengas esa cara.
El ascensor llega a la planta baja y nos dirigimos a la puerta principal. Caminamos por la calle sin decir nada hasta que llegamos al supermercado. Comenzamos a llenar la cesta con todo lo que necesitamos para el piso. Volvemos al piso, en silencio y cargados por todo lo que hemos comprado.
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DESTINO O CASUALIDAD
Romance¿Que harías si la persona de la que te enamoraste en su día apareciese en tu camino, en tu vida una vez más? Pero, ¿qué harías si tu compañero de piso que conoces desde hace mucho tiempo resulta que está enamorado de ti? Paula, una chica de 20 años...