Capítulo 1

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El sol brilla. Como todos los días, rara vez llueve o está nublado en la isla de Honolulu, aunque confieso que desde hace un tiempo las cosas no están del todo bien aquí. No solo con el tiempo, los habitantes de mi isla están nerviosos, hay tensiones entre ellos y gente que conozco o mi familia conoce hacen cosas que no solían hacer y no son para nada normales.

Mi padre me dice que me limite a seguir con mi vida, que siga siendo yo, que porque los demás cambien, yo no tengo que hacerlo y que le reza a los dioses todas las noches para que nos protejan de las maldiciones.

Eso es lo que les tiene nerviosos a los habitantes de mi isla.

Los nativos, como es el caso de mi familia y la mayoría de las personas de mi alrededor, creen que es cosa de la magia impura, es decir, la magia negra. Sospechan que alguien en la isla ha decidido comenzar algo que solo traerá lo peor para nosotros. Por mi parte no sé que creer, pero si que me da respeto el tema.

Siempre me he limitado a hacer lo que mi padre y mi madre me manden, tanto yo como mi hermana, acatamos las órdenes sin rechistar, pues en la cultura hawaiana, respetar a los dioses y a tus mayores es de lo más importante en la vida. Así, ellos te darán experiencia y sabiduría para que el día que te separes de tu camino, sepas como volver.

Por otro lado están los ciudadanos que no son nativos. Hace tiempo se nos prohibió llamarles extranjeros, porque según el alcalde es despectivo y los apartaría de la comunidad. Ellos están aquí gracias a que cuando Hawaii pasó a formar parte de los Estados Unidos, pusieron una Base de los Marines al lado de nuestro pueblo, Kailua. Entonces las familias empezaron a llegar para instalarse aquí y que la promesa que hizo el gobierno de que solo podrían vivir los extranjeros en la capital de las islas, se rompió por completo y comenzó el caos para conservar la raza. Eso cuenta mi padre.

Mi madre no comenta nunca nada de lo que mi padre manda, dice o hace, pues ella siempre me dice que lo comentan en la intimidad y lo deciden juntos, pero al ser él un hombre muy sabio prefiere que lo exprese por los dos. A veces no le creo, hasta que mi padre abre de más la boca y ella le regaña delante de todos, entonces me doy cuenta que la que manda realmente es mi madre, como la mayoría de las mujeres hawaianas en su casa, pero que no les gusta dar la cara para que nadie comente.

Como todas las mañanas, mi padre escucha la radio mientras que ayuda a mi madre a terminar de preparar el desayuno. Luego nos sentamos a la mesa y desayunamos, oyendo las noticias sobre el archipiélago y quizás algo de fuera que haya sido de gran importancia, comentamos y mi padre me pide siempre la opinión sobre lo que he oído desde que tengo diez años.

Me dijo que era una mujer y que estaba seguro de que ya tenía una madurez que me haría ser capaz de dar una opinión razonable, en cambio, mi hermana tiene ya doce años y todavía no ha podido decir nada. Mi madre le consuela diciendo que el día que hable, dejará a su padre con la boca abierta. No lo creo. No tiene mucho ingenio.

Me dirijo a mi cuarto a coger la mochila para ir a la escuela, estoy acabando el curso y solo me queda uno más para poder ir a la universidad, así que estoy ahorrando para poder independizarme y poder pagarme los estudios en caso de no conseguir una beca.

-Moana, ¿crees que lo dice mamá de que algún día diré algo que deje a papá con la boca abierta es verdad? -Me pregunta mi hermana Elikolani.

-No lo sé. ¿Te estás esforzando para que eso pase? -Le pregunto sonriéndole con dulzura.

-¿Tengo que esforzarme? -Dice dejándose caer sobre mi cama.

-Claro, no te va a venir un día a la cabeza y lo podrás soltar. Tienes que pensarlo, meditarlo y si crees que estás lista, lo dices. -Respondo, cerrando la mochila de la escuela.- ¿Estás lista?

HawaiiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora