Todos los días es la misma rutina: despierto, me dan de comer, medicinas, miro el techo por horas, vuelven a darme de comer, me bañan, medicinas, enfermeras inexpertas que te producen dolor, ver un poco de televisión, me dan de comer, medicinas y a dormir. Estoy harto de esto, pero no puedo hacer nada.
Estoy en este hospital desde hace más de un año, teníamos una reunión familiar en la casa de mis abuelos cuando por accidente una tía prende en fuego la cocina, no supimos en qué momento la casa ardía en llamas cuando intentamos escapar, quería sacar a mis padres y abuelos del incendio, pero tropecé con algo y de ahí no recuerdo más.
Desperté en esta habitación con tubos por todo mi cuerpo y una mascarilla para respirar; le preguntaba a cada enfermera y doctor que me atendía qué le había pasado a mi familia, solo me ignoraban y seguían con su trabajo. Ahora mismo sé que están todos muertos.
Tampoco quieren decirme que es lo que tengo, si fuesen heridas de incendio hubiese salido de aquí hace meses. Lo único que sé es que no puedo respirar sin la mascarilla ni las medicinas que me dan.
Tengo más de un año que no salgo al aire libre, pasear por un campo lleno de flores y sentir la brisa en mi rostro. Tan sólo podría acabar mi vida ahora mismo con una jeringa llena de aire, sin embargo, ella me detiene.
Entró por primera vez a mi habitación una semana después del accidente, con la sonrisa más hermosa que había visto en toda mi vida. Su cabello castaño estaba perfectamente peinado, su piel morena era exótica para mi visión y sus ojos esmeralda penetraban mi alma con solo verme. Quedé cautivado por su belleza exterior.
Viene todos los días a visitarme, nunca falta. Se sienta en el sillón que está a mi lado izquierdo y platicamos de cualquier cosa, amo hablar con ella, es muy inteligente y compartimos los mismos ideales.
Nunca borra esa espectacular sonrisa que tiene, ella es la única razón por la que despierto en las mañanas.
Al irse, siempre veo por la ventana como le habla a los niños que juegan fuera del hospital, le fascina estar con ellos. Una vez me contó que quiere formar una gran familia, sólo de pensarlo le alegra aún más el día.
De vez en cuando le decía algunos cumplidos o le citaba poemas que se me ocurrían, luce tan bella sonrojada, se pone muy penosa y oculta sus ojos con sus manos. Esa acción tan infantil me dan ganas de abrazarla y besarla, pero no puedo.
Una vez me armé de valor y le pedí una cita, ella se sorprendió mucho, sin embargo, aceptó gustosa por compartir una cena conmigo. Llegó a mi cuarto exactamente a las 8 de la noche y si antes quedé flechado con su belleza, ese día terminé perdidamente enamorado; tenía un vestido rosa pálido con escote de corazón y falda sirena, su cuello estaba adornado por un pequeño collar de oro y unas zapatillas doradas, su cabello estaba recogido en un moño alto y su rostro estaba levemente maquillado. Parecía toda una diosa.
-Eres perfecta.-había pronunciado aquella vez embobado.
El color se esparció por su rostro y una risita brotó de sus preciosos labios.
-Muchas gracias. Tú también estás guapo.-esa sonrisa otra vez, la tengo grabada en mi memoria.
Le había pedido a una enfermera de unos 40 años si podía conseguirme un traje, la mujer me prestó uno que era de su marido y me ayudó con la cena. Le debo mucho a esa señora. Yo estaba sentado en la mesa decorada con la comida ya servida, ella se sentó en frente de mi y hablamos de todo lo que se nos ocurrió. La comida estaba deliciosa, nunca me habían servido tan bien en ese hospital. Habíamos pasado una velada muy agradable. Al dar las 12, ella agradeció la cena y se despidió de mí con un beso en la mejilla, grité eufórico por haber conseguido ese afecto de ella.

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Su Sonrisa. Flora Y Helia.
FanfictionEn mi soledad, ella es mi compañía. En la oscuridad, ella es mi luz. En el frío, ella es mi calor. Viene todos los días a visitarme, no falta nunca. Cada vez que entra por esa puerta mi corazón late intensamente, necesitándola, amándola. Cada vez qu...