Cuenta que el tío Lucas, un viejo pescador, iba todos los días con su hijo de pesca. Vendían los fardos que pescaban, y si había buena venta, por la tarde también iban a pescar.
Pero un Sábado, por el reumatismo, el tío Lucas no pudo ir, y mandó a su hijo ir solo a la tarea diaria.
Pescó muchos fardos, y en uno, el más grande, se colocó encima de él para poder acabar su tarea, atando una cuerda a éste, para así poder subir las redes y coger los últimos peces (estaba ya acercándose a la playa), cuando, de pronto, la cuerda se soltó del fardo, haciendo que éste cayera sobre el hijo del tío Lucas y éste, con el fardo encima, sobre el filo de la lancha, rompiéndole los riñones, desencajándole el espinazo y echando por la boca sangre negra.
El tío Lucas lloraba abrazado al cuerpo de su hijo.