Me siento sola…
Soy un asco…
No puedo más…
Quiero terminar con esto…
No quiero vivir…
Esas son algunas de las cosas que pasan por mi cabeza cuando cuándo apoyo la navaja sobre mi muñeca y dejo caer algunas lagrimas. ¿Dolor? No, eso lo deje de sentir desde hace tiempo. Yo diría que es mi solución a todo, una forma de desahogarme, pero sobre todo… una forma de olvidar.
Justo cuando la sangre comenzaba a correr alguien llamo a la puerta. Escondí la navaja donde siempre lo hacía, un lugar donde nadie sospecharía, dentro de un libro. Limpie mi muñeca para que la sangre no se notara y pensaba colocarme un par de pulseras para que no hubiera evidencias, pero llamaron de nuevo a la puerta.
Abrí rápidamente y vi a mi hermano Liam, era obvio que se nos hacia tarde para irnos al colegio así que simplemente eche a mi bolsa el libro donde escondía mi navaja, tome el bolso rápidamente y salí de mi habitación.
Liam ya estaba en la universidad, pero siempre me acompañaba todas las mañanas a tomar el bus, aun que él iba en dirección contraria nunca se iba sin verme en camino a la escuela. Sé que parezco una niña pequeña pero aprecio el cariño que me tiene. Ya que es la única persona que al parecer me quiere real mente.
-Cuídate- dijo Liam dándome un beso en la frente mientras me ayudaba a subir al bus que acababa de llegar a la parada.
Yo simplemente le sonreí y fui a sentarme donde siempre, 2 puestos detrás de ese chico, el chico con ojos color esmeralda, el chico con cabellos de rulos, el chico con hermosa sonrisa, el era más que un chico, él era el chico…
- Hey ________ ¿acaso sigues teniendo 3 años?- se burlo Moni con sus amigas refiriéndose al hecho de que Liam me acompañara siempre al bus para ir a la escuela-Hasta un beso te dio, que ternura. Tal vez a la próxima te lleve hasta el salón de clases- Se rió tan fuerte que llamo demasiado la atención, haciendo que todos pusieran sus ojos en nosotras.
-Mira que yo se que te mueres por uno de esos besos- reí sínicamente
-No se dé que me hablas- se hizo la desentendida
-Que te parece si te refresco la memoria- la mire desafiante- “Liam, por favor yo te amo”- imite se voz de una forma molesta e irritante que hizo que todos rieran al instante.
Ella me fulmino con la mirada como si me dijera “esto no se queda así” y se fue al fondo del bus. Todos continuaron con sus cosas excepto el chico que estaba dos puestos en frente de mi, el continuaba mirándome y yo solo agache la cabeza. Cualquier chica le hubiera sonreído o algo así, pero yo no.
El era un chico muy alegre, siempre se sentaba con sus amigos y se reía de todo y cuando estaba silenciosos solo miraba por la ventana pensando e imaginando un mundo en su loca cabeza.
Ese chico iba conmigo a la escuela, pero jamás le hablaba ya que no iba en mi curso, solo lo veía en el bus y de vez en cuando por los pasillos y si tenía un poco de suerte en la cafetería.
El bus llego a la escuela y todos bajamos. A la primera persona que vi fue a mi amiga Danielle. Ella era dulce, tierna y una gran amiga. Ella no sabía que me cortaba, de hecho nadie lo sabe.
-_______ Hola- me saludo
-Hola Danielle, no sabrás lo que paso en el bus con la tonta hueca de Moni- ella soro rió y comencé a contarle todo.
Faltaban 5 minutos para que sonara el timbre y todos entráramos a clases. Danielle fue al baño mientras que yo me dirigía a mi casillero para poder sacar los libros de mi siguiente clase. Al ingresar la clave a mi casillero note que mis muñecas estaban totalmente al descubierto, recordé que había olvidado ponerme los brazaletes ya que era tarde cuando Liam había llamado a mi puerta. Mierda, ahora tenía que estar todo el día con mis manos en los bolsillos para que nadie se diera cuenta. Tome mis libros y comencé a caminar rápido, tan rápido que choque con alguien y mis libros fueron directo al piso. Me agache inmediatamente y comencé a recogerlos
-Lo siento mucho- escuche que dijo una voz grave.
Alce la mirada y era el… el chico que siempre veía en el bus y que nunca había tenido el valor de hablarle. El se agacho y comenzó a recoger con migo. Al terminar ambos nos levantamos y yo estire los bazos para que me diera mis libros.
-¿Qué le paso a tus muñecas?- pregunto mientras me los entregaba
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