Parte I

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El mes de diciembre iniciaba y toda la ciudad desbordaba de luces y felicidad. En el trabajo ocurría lo mismo, todos esperaban ansiosos esta época del año, hasta quienes se odiaban eran invadidos por el espíritu navideño y parecían tolerarse. Al regreso a casa Camila podía ver entusiasmada a las familias decorando el exterior de sus casas sin importar su condición económica.

Para ella era una fecha sombría, sin motivo alguno para celebrar. Llegó a casa donde la esperaba su esposo desde hacía cinco años.

—Hola amor —saludó dándole un leve beso en la boca —. ¿Cómo estuvo tu día? —preguntó mientras Antonio seguía sentado en el balcón bien abrigado.

—¡¿En serio preguntas cómo ha sido mi día?! —habló irritado —¿Se te olvida que todos los días es lo mismo para mí?

—Tampoco es para que me contestes así Antonio, solo he querido ser cordial.

—Pues no es necesario que seas cordial Camila, ahorra tus formalismos.

Camila guardó silencio y se retiró a la cocina a prepararle una taza de chocolate caliente la que él recibió con gusto. Luego agarró su silla de ruedas y lo pasó al interior de la casa, estaba haciendo mucho frio y no quería que se enfermara. Aunque la mayoría del tiempo estaba de mal humor desde su accidente, diciembre lo empeoraba más, por eso estaba al tanto de lo que sería ese mes para ella.

Antonio no soportaba sentirse inútil, en el pasado había sido un hombre activo que disfrutaba de los deportes extremos y de toda actividad que implicara movimiento, pero su vida ahora se reducía a aquellas cuatros paredes. No entendía tampoco cómo Camila lo soportaba tanto y hasta eso le molestaba.

Los médicos explicaban que debían de ser pacientes y esperar que con el tiempo mejorara, pero había pasado cuatro largos años de frustraciones y aún no cambiaba. Camila llegaba a la conclusión que a veces pasaba lo contario, empeoraba.

—¿Cómo fue la terapia hoy? —preguntó mientras estaban en la mesa cenando.

—Igual que siempre. —contestó tajante.

Sabía que mentía, Jacob el cuidador contratado le llamó para informarle que Antonio no había querido ir a las terapias otra vez. Eso la deprimía más porque necesitaba esos ejercicios para fortalecer sus piernas.

No sabía qué hacer para que cambiara su ánimo, lo había intentado todo, incluso terapias y la brecha entre ellos se extendía cada vez más. Por mucho que se esforzaba por mostrarle paciencia y cariño, no se sentía correspondida y aquello resultaba agotador. Lo amaba, de eso estaba segura.

Aquel fatal día lo recordaba como si hubiese acontecido recientemente; habían salido a comprar regalos para la familia y como amaneció lloviendo esperaron hasta la tarde para salir. Iban cantando la canción preferida de ambos. Eran felices, apenas llevaban un año de casados y se sentían muy enamorados.

Pero aquél suceso ocurrió tan rápido que no advirtieron que el camión del lado contrario se lanzaba frente a ellos, mientras Antonio maniobraba para tratar de salir librados cayeron al despeñadero. No supo más hasta que despertaron en el hospital. Camila resultó gravemente herida pero Antonio llevó la peor parte al perder la movilidad de sus piernas de forma permanente.

Fue un proceso tan duro para ella presenciar como Antonio alejaba a todos sus familiares y amigos que se preocupaban por él, con el tiempo ella hizo lo mismo para solidarizarse con él pensando que cambiaría pronto. Por iniciativa de Antonio se fueron de la ciudad y Camila tuvo que hacer el traslado de su trabajo. Aunque fue un gran cambio se adaptó prontamente.


—Estaba dándole un vistazo a la lista para la fiesta y no vi tu nombre, ¿no piensas asistir? —preguntó interesado su compañero de trabajo.

Feliz Navidad CamilaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora