Prólogo.

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El pequeño de ojos azules decidió ir a trabajar hoy con unos ripped jeans negros, una polera acolchada y con una beanie por el intenso frío de París. Ese día había amanecido lloviendo con fuerza, muchísima fuerza, y agradeció en sus adentros que su jefe no fuera tan estricto con el código de vestimenta y lo dejara usar lo que deseara. Buscó de inmediato sus gafas y rodó los ojos al darse cuenta de que había vuelto a olvidarlas...estaba seguro de que las había dejado en el estante destinado a los trabajadores.

Demonios. —soltó breve mientras que arrugaba la nariz.

Sin sus gafas el camino al trabajo sería muchísimo más complicado. Esperaba al menos no hacer el ridículo en la calle, y poder llegar a su destino sin problemas. La otra vez había tenido que preguntar cerca de tres personas el camino ya que no distinguía nada. Qué lata.

Tomó las llaves de su departamento y un paraguas para al menos no mojarse. El día había empezado algo errático y esperaba tan solo llegar y cumplir con todos los pedidos de la gente. Amaba el movimiento de aquella pequeña, pero siempre concurrida cafetería.

Porque, sí. Era mesero.

Lo primero que captó su ahora borrosa vista fueron las calles encharcadas y los pocos autos que pasaban, tal vez en camino al trabajo como él. Eran las siete en punto de la mañana y debía de apresurarse para llegar en por lo menos veinte minutos.

Mordió su mejilla interior cayendo en la cuenta de que tendría que correr, no quería que le descontaran nada de su sueldo por una tardanza. Necesitaba el dinero para la Universidad...tal vez más de lo que quería admitir.

''Espero al menos no caerme.''—pensó preocupado y soltó un suspiro pequeño.

Empezó a tomar velocidad de a pocos, rezando por no tropezar y atajó por el pequeño callejón de la esquina de la avenida que lo conduciría (si es que su mente no le fallaba) directamente hacia la puerta de Rue la vie*.

El plan estaba saliendo bien. Había esquivado a dos novios tomados de la mano, había pedido disculpas a una señora por rozarla al pasar a su lado, hasta incluso había ayudado a una pequeña niña que parecía perdida en medio de aquel aguacero. Divisó la puerta de la cafetería tan solo a una cuadra donde se encontraba. Aceleró con felicidad ya que era consiente de que había logrado su cometido, por un momento creyó que ese, a pesar de haber empezado mal, sería su día.

Chocó estrepitosamente con un hombre alto y de ojos verduscos, a como pudo alcanzar a divisar.

Le manchó la camisa blanca de café oscuro, muy oscuro.

Mierda.








Volví :-) niñas/os y, *rue la vie es la cafetería del pequeño ojiazul.

Secrets. || larry&otros.Where stories live. Discover now