take me to church;; phan

cinco años

por la puerta de la iglesia se podía ver entrar a un dormido niño con pelo castaño que no tenía ganas de estar ahí. realmente nadie quería estar ahí pero iban para sentirse un poco mejor con ellos mismos, era el argumento que siempre utilizaba el pequeño dan cuando su madre le preguntaba por que no le gustaba ir a misa, pero nunca bastaba ya que su madre terminaba llevándolo igual.

la familia howell ya sentada en sus asientos, empezó a rezar, dan los veía de reojo y trataba de imitar los gestos de su familia. cerró los ojos y pensó "ya quiero llegar a mi casa a jugar a mis videojuegos", abrió los ojos y vio que todos seguían rezando o lo que sea que estuvieran haciendo, entonces saco un juguete que había traído sin que su madre sepa ya que si se enteraba no se lo hubiera permitido llevar, "vas a la iglesia a rezar no a jugar, daniel" era lo que siempre decía aunque al castaño realmente nunca le presto atención.

cuando ya vio que todos estaban terminando de rezar se levanto dispuesto a irse, pero su padre lo agarro y lo volvió a sentar diciéndole que todavía faltaba el coro de niños. dan recordó que en su momento sus padres le habían dicho para que se una al coro, pero obviamente la respuesta que recibieron fue negativa. al ver que los niños se estaban acomodando en el escenario, una sonrisa apareció en el rostro del castaño al darse cuenta de que cada vez faltaba menos para que pueda volver a su casa, o también estaba la posibilidad de que esa sonrisa fuera provocada por un pelinegro que tenía ojos azules y tenía un voz de ángel. dan lo conocía, vivía a la vuelta de su casa, dan sabía que tenía una voz de ángel, ya que fueron muchas las ocasiones en las que lo pudo escuchar cantar mientras pasaba por enfrente de su casa.

el castaño siempre había querido hablar con el pelinegro pero nunca tuvo la confianza, ya que tenía miedo de no agradarle o cualquier otra cosa. dan no estaba esperando verlo hoy en la iglesia, ni siquiera sabía que el ojiazul formaba parte del coro.

dan solo se sentó y empezó a apreciar la maravillosa voz del pelinegro, y fue en ese momento en el que el castaño se cuestiono a sí mismo si todavía seguía no queriendo ir a la iglesia cada domingo.