Bella
Paseamos por cada rincón de Las Vegas. Me encantó sentir el viento alborotando mi cabello y ver a Aleksi tan relajado. Me entusiasmaba aprender a conducir. Pronto me sentaría en ese volante y algún día huiría sin mirar atrás.
Entré a mi habitación y empecé a quitarme la ropa para darme una ducha. Esta noche saldría con Aleksi. Iríamos juntos a Enigma, aunque no mencionó la razón. Solo que me pusiera algo más modesto y nada revelador. ¿Cuál era su problema? No debería sacarme de la mansión si le molestaba mi atuendo o que otros hombres me observaran. Maldito inseguro.
Le eché un vistazo a mi celular solo para llevarme la decepción de que no tenía ninguna llamada de Cassie. Le envié más de cincuenta mensajes y ni una sola fue respondida. Era extraño no tener noticias de ella cuando le encantaba preguntarme como iba mi día y compartíamos chismes. Me negaba a creer que ya no quería ser mi amiga. No me abandonaría. No cuando más la necesitaba.
Al llegar la noche estaba lista y nerviosa. Aleksi vería a alguien importante y me repitió varias veces que no lo dejara mal. Sus advertencias sobraban.
—La presencia de su tío Vlad Kozlov lo tiene nervioso —comentó Dorothea—. Aleksi lo respeta y le importa mucho lo que piense de él.
—¿Es su tío paterno?
Dorothea asintió y mis hombros se hundieron. Probablemente su tío Vlad era otro bastardo sin corazón. No había nadie decente en la familia Kozlov. Saqué el pintalabios rojo de mi bolso y me apliqué una nueva capa cuando Aleksi se unió a nosotras en la sala. Parecía que estaba vestido para ir a un funeral. Todo su atuendo era negro. Camisa negra, chaqueta negra, pantalones negros, incluso corbata negra. Aun así, lucía muy atractivo. Sus ojos verdes esmeralda recorrieron mi cuerpo antes de que asintiera en aprobación. Amaba mi modesto vestido marrón de mangas largas, pero me molestaba que controlara qué tipo de ropa me ponía.
—Tengan una buena noche—Dorothea se retiró.
Me acerqué a Aleksi y le arreglé la corbata.
—No quiero que hables con mi tío Vlad ni mi primo.
—¿Ni siquiera un saludo? —cuestioné.
Sus ojos eran fríos y su cuerpo estaba tenso. El miedo se arremolinó en mi torrente sanguíneo. De repente, quise inventar cualquier excusa con tal de no enfrentar a sus familiares. Por la actitud de Aleksi asumí que eran peor de lo que esperaba.
—No quieres joder con ellos, Bella. Hablo en serio —Su mandíbula se apretó—. Son depredadores y no dudarán en comerte viva con tal de fastidiarme.
—¿Entonces por qué me obligas a conocerlos?
Su risa era seca.
—No será la primera vez que trate con ellos. Es parte de mi trabajo —Tomó mi mano y avanzamos hacia la puerta—. Tú eres mi mujer y tendrás que lidiar con la carga que conlleva eso.
La limusina se detuvo y Aleksi fue el primero en salir. Esperaba que Viktor me abriera la puerta como de costumbre, pero me sorprendió que mi futuro esposo se tomara la molestia. Me tendió la mano y acepté con una pequeña sonrisa que él no correspondió.
—Recuerda lo que hablamos —dijo.
Mis dedos se deslizaron entre los suyos y él los enroscó alrededor de los míos tirando y ayudándome a salir de la parte trasera de la limusina. Me tambaleé un poco sobre los zapatos altos, pero su brazo me rodeó la cintura y me mantuvo centrada. Miré las luces de neón que iluminaban el nombre del club. Había una cantidad absurda de limusinas, autos deportivos y taxis estacionados en la acera. Viktor se mantuvo cerca, hablando discretamente a través de sus auriculares.
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Cautivos
General FictionEsto no es un cuento de hadas. Es una pesadilla. Obra registrada. Prohibida su copia o adaptación. Código de Registro: 1709303636679