Nunca nadie gritó mi nombre, nunca llovió cuando yo lo pedía, nunca probé el amor verdadero que Disney me enseñó, pero entre todas las cosas, nunca aprendí a vivir. Las noches que la Luna navegaba recolectando sueños, yo trataba de que no se los llevara, ¿Quién sería yo sin esos sueños nocturnos? ¿Enfrentaría la vida como es? ¿Podría ser más directo sin tener que refugiarme detrás de puertas ilusorias? Nadie sabe, ni yo lo sé.
Las cosas que sé, las aprendí a la fuerza
Si hay algo que me dolió más que todo, fue dejar de ser niño, darme cuenta que ningún personaje vendría a buscarme en una noche de verano aleatoria, que no tendría un accidente que al instante me dé poderes extraordinarios, que no habría que ir a un guerra contra los aliens, sino que nos pelearíamos entre nosotros. Que en la vida no todo se soluciona con el beso del verdadero amor, no vas a despertar de un sueño eterno, de un envenenamiento, de tu maldición, la cual te hizo un sapo. No vas a marcar un antes y un después, solo te besarás con aquella persona y te darás cuenta, que vivías en una mentira.
A veces, pensamos demasiado y sentimos muy poco.
Cuando la gente acude a los personajes de ficción, casi siempre es porque quieren un escape. Las historias de estas personas nos refugian de la tormenta de nuestra vida cotidiana; ellos nos salvan. Aunque sea por un rato.
Pero cuando realmente nos entregamos, nos empezamos a dejar vulnerables, algo cambia. Empezamos a sentir que los conocemos. Ya no es sólo un escape, sino que forma parte de nosotros, algo que nos hace lo que somos. Estos personajes nos enseñan que la increíble adversidad se puede superar. Que las personas pueden amarse para siempre. Que la vida puede ser una aventura. Que la magia puede ser real. E incluso si estos milagros nunca nos han sucedido a nosotros, empezamos a ir por la vida creyendo que, algún día, sucederán.
Creo que eso es lo que nos impulsa día a día, el hecho de necesitar refugio constante. Volver a casa a esconderte del mundo, y poder recorrer otros, sin pena ni gloria. Y nos pasamos la vida derramando lágrimas creadas por personajes irreales. Amores manufacturados por ilusiones ficticias.