Desde que tengo memoria dibujo, escribo y toco el piano para descargarme de los problemas que me rodean, todos los días, todo el tiempo, he creado mundos inimaginables, he hecho que lo imposible sea posible, he desafiado las leyes de la física, la magia era real, todo dentro de mi pequeña mente. Todo guardado dentro de mí, podía volar, podía amar a quien yo quiera, podía vivir para siempre.
Me di cuenta que había muchas personas que se preocupaban por mí, que les interesaba mi salud, tanto física como emocional, mis príncipes azules y mis hadas madrinas, listos para el rescate. A base de besos, abrazos y largas charlas nocturnas, me iban salvando poco a poco.
Cada Batman tiene su Robin.
Si hablamos de todos los amigos y amigas que tuve, sería una lista muy larga; como todas las personas, los amigos vienen y van en la vida, hasta esos que crees que nunca te darían la espalda, o dejarían que la distancia se alargue día a día.
Hay que crecer pensando que no vas a estar con las mismas personas el resto de tu vida, es la cruda verdad. Pero eso no significa que los recuerdos se vayan.
Yo tenía una mejor amiga, la cual se alejó de mi, por problemas familiares y otras grandes mentiras, se fue, y yo me quedé esperando que vuelva. Lo cual nunca sucedió.
Pero no siempre cada Robin tiene su Batman.
Desde aquellos días que perdí bastante confianza con la gente, ya no hago tantos amigos como antes, o tengo miedo al encariñarme con alguien, miedo a salir lastimado.
Me paso los días escapando de la realidad a la cual no me quiero enfrentar, problemas, responsabilidades, prejuicios; me refugio lo mas que puedo en esos otros mundos, tanto literarios como audiovisuales. Y me olvido de todo.