Era una mañana tranquila en las calles de Santiago, todo transcurría de forma normal hasta que las alarmas del banco comenzaron a sonar. Al parecer, la pareja delincuente más famosa del país había decidido poner en marcha el robo que se había estado planeando durante meses.
—¡Apreta cachete po Taémara, que vienen los aceituneros! —dijo Agusto, mientras tomaba la mano de su novia para correr a toda velocidad.
—¿Viste? Te dije que nos iban a pillar. Ahora vamos a tener que irnos a la chaluta.
—Puta, es terrible fome el campo. Aparte el José OK no nos ayuda ni con el pan.
La "chaluta" era la casa de campo donde se escondía la pandilla del Yunki, su refugio. Siempre que ellos salían a delinquir, el jefe los esperaba con la pistola en la mano y un pan en la otra. «Tengo que alimentar a mis cabros y protegerlos a la misma vez», era la frase que Yunki siempre utilizaba, pero la verdad es que sólo le gustaba tener a "perla" (como le gustaba llamar a su pistola), en las manos y presumir sus habilidades con los demás.
—Ya, filo, igual necesitábamos la plata pa' sacar al Yunki. Lleva caleta en cana.
—¡Ahí están esos maleantes! —se escuchó una voz que interrumpió las palabras de Taémara, la cual provenía del jefe del banco.
—¡Te dije que el enano me estaba mirando! —gruñó Agusto, mientras se volteaba a ver a Jeremías, el cual los estaba siguiendo junto a unos guardias.
—Oe, pero si es del mismo porte que vo'. —Taémara no pudo evitar reírse por el comentario de su novio, aunque no le duró mucho porque dos de los guardias del Banco aparecieron de frente, tomándolos por sorpresa.
Sin pensarlo dos veces, Taémara empujó a Agusto para que lo atraparan y así poder correr hacia otro lado. Aunque, por suerte, José OK le había dicho que los estaría esperando por si algo salía mal. Igual de algo servía el hombre.
—Puta, ya me cagó otra vez. ¡Suéltenme po, si fue la Taémara! —refunfuñó Agusto, mientras forcejeaba con los guardias que lo tenían agarrado de los brazos—. ¡Ella me obligó, soy un hombre maltratado!
—Callen al enano, por favor. —Joaquín, el guardia de la izquierda no dudó en darle un zape al más bajo, el cual gruñó en respuesta.
—¡Vo' te aprovechai de tu altura, titán desgraciao!
Agusto no dejaba de discutir con los guardias, quería convencerlos de que lo dejaran libre e incluso los intentaba sobornar, diciéndoles que tenía mucho dinero guardado y también carne para su consumo, aunque lo último no tenía mucho sentido.
Por otro lado, José OK y Taémara buscaban algún medio de transporte con el cual huir y no encontraron nada mejor que una de las bicicletas que se encontraban en el estacionamiento del Banco.
—Ya José OK, echale turbo no más —dijo Taémara mientras abrazaba al mayor por detrás para así poder sostenerse. Sí, se las habían arreglado para ir ambos en una bicicleta.
—Al toque, mi reina. —José OK hizo caso a las órdenes de Taémara, pero el muy indio no se fijó en el camino y al poco rato de ir andando, se estampó contra un poste.
—Puta, te fuiste al chancho.
Por suerte no les pasó nada muy grave, pero eso no impidió que José OK (alias el señor exagera-todo) llamara a urgencias unas cinco veces sin recibir respuesta. Al rato después ya sentía que estaba quedando calvo de la frustración debido a que Taémara tenía rasguños en sus brazos y piernas. Ella necesitaba atención médica, ¡pobre de su amada! Es decir, la amada de su mejor amigo, Agusto... claro.
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El Delito ☼ BTS.
HumorDonde la pareja delincuente más famosa de Chile decide robar un banco. ► Capítulo único.