--Mama se ve muy mal- Fue lo primero que dijo Thomas.
-Ni con las medicinas mejora-Respondió Laurie mientras acomodaba unas sábanas.
-Me gustaría hacer algo-
-¿Pero qué podemos hacer?, solo somos niños-
Después de que el doctor se marchara los dos niños fueron a ver su madre la cual estaba tendida en la cama con el rostro pálido y sin energía. Lo primero que se les vino a la cabeza fue que sería de ella y de la nada, una pequeña idea surgió de la cabeza de Thomas...
Primero fueron con el curandero de la plaza central pero se fueron sin éxito, después con los herbolarios y médicos de las zonas vecinas pero seguían sin respuesta alguna.
-¿Y ahora qué? –Pregunto Laurie ante la situación.
-Pues..., si ellos no tienen la cura, tendremos que buscarla nosotros-
-Tienes razón, entonces vamos al bosque.
Casi rozando el atardecer se habían adentrado a lo más profundo del bosque. Lo primero que encontraron fue una vieja cabaña que por su chimenea salía humo, entre los dos se acercaron a una de las ventanas para divisar, vieron en su interior una mujer machacando unas hojas con un mortero, un caldero pequeño cerca de ella y varias plantas que no habían visto en las herbolarias anteriores. Thomas al ver las plantas se acercó con toda prisa a la puerta, ante esto Laurie intentó detenerlo pero él ya había tocado la misma que al abrirse se encontraron con ella.
-¿Se les ofrece algo?-Fue lo primero que les preguntó a los niños.
-¡Necesitamos ayuda por favor nuestra mamá está muy enferma!-Thomas gritó.
-¿T-tiene algo para a-ayudarla?-Se acercó Laurie un poco nerviosa.
La mujer los miró pensativamente hasta que le surgió una idea. Entró a la cabaña y regresó con una canasta.
-Si queréis salvarla, traedme las flores blancas del Sauco que crece en medio del claro- Dijo entregándoles la canasta- para llegar al mismo seguid a los cardenales.
-Está bien, ya volveremos-Dijeron los dos hermanos y partieron enseguida.
-Pedid un deseo antes de sacar las flores y repetidlo tres veces- Gritó y los vió partir.
Gracias al consejo que les dio ella, se la pasaron siguiendo a un pequeño grupo de cardenales que los condujeron hacia un hermoso claro que en el centro se encontraba un frondoso árbol con bellas flores blancas (era el Sauco que tanto buscaban), los dos se acercaron para tomar de las flores, pero cuando sacaron una de ellas esta se marchito, se preguntaron el porqué, de ello hasta que Thomas recordó lo que le dijo aquella mujer antes de partir.
-Un deseo...-Posó su mano en una de las flores del Sauco, Laurie le siguió posando la suya en otra flor y repitiendo...
-"Por la salud de mi ser querido, por favor dadme de tus flores"- Con solo repetir eso tres veces la flor se mantuvo viva, pusieron las flores en la canasta y regresaron a la cabaña siguiendo el mismo camino pero en dirección contraria a los cardenales.
Al llegar a la misma, la mujer los recibió con una sonrisa y se puso a trabajar; coloco puso las flores en agua hirviendo con algo de limón y miel orando en voz baja sin que pudieran entender lo que decía. Al pasar un rato tomo una botella, llenándola con el líquido del caldero, la tapo, les entrego a los niños y les repitió que debería beberlo bien llegase, no debían perder tiempo.
-Muchas Gracias, señorita...- Dijo Laurie con una sonrisa.
-Usted no nos dijo su nombre- La miro Thomas dudoso
-Eso no importa ahora, vallan su madre los espera- Les respondió acompañándolos a la puerta desde donde los vio partir- Buena suerte-les dijo.
Se despidieron de ella y partieron de nuevo al pueblo donde al llegar a su casa le contaron a su madre lo sucedido y suplicándole que tomara urgentemente el líquido a lo cual ella accedió dudosa pero sola de mirar la cara de sus hijos esperanzados le dio valor para beberlo. Al cabo de un día su madre se había curado por completo como si nunca hubiera pasado nada, lo cual alegró a sus dos pequeños, quienes después de tanto insistir la guiaron hacia el bosque para que conociera a la persona que les entregó el líquido, pero cuando llegaron al lugar en vez de encontrarse con la cabaña y aquella mujer, se encontraron con un bello árbol de Sauco y aún más grande que el anterior, se preguntaron qué había pasado con la cabaña y con la mujer que le salvo la vida a su madre...
Nunca dejaron de buscar a la mujer y donde quiera que vallan la flor del Sauco está en sus mentes.
-FIN