Hambre de tu ausencia.

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Heme aquí;

acodado en este muelle

con la fragancia de tu olvido,

¡Solo!,

construyendo abandonos

y sin misericordia alguna,

me llenaré de nostalgias retorcidas.

Forjando por fin,

mi castillo de arena en esta playa fría,

tan sólo rodeado por gente extraña;

gaviotas, palmeras y una inmensa melancolía.

Ya se esconde el sol.

Se asoma la luna y se agrieta la tierra.

Arribando viene la fría brisa abrasadora

y su sal empecinada,

apremia por darle sabor a mi nostalgia.

Quizás, no me quede más que rendirle culto a la fe,

a la esperanza, o vivir en un instante

el anhelado espejismo de felicidad completa;

esa que me hace alzar el vuelo por sobre la marea,

y que en un hondo suspiro hace eco

en las cavidades de mi pecho

e ignorando esa losa marmórea

que me amenaza

con sus monigotes de hielo,

acechándome a lo lejos con su gélida presencia.

Haciendo temblar mi corazón enmudecido.

Transmutando este eco silente en ausencia,

me despido de ti. De mí.

Me despido en silencio de todo,

y me amparo en la quinta estación.

Allí, donde ya no llueve;

donde el frío arde como brasa,

donde la tierra enlaza la hierba.

Allí, donde mueren las flores

y las hojas secas se arrastran en silencio.

¡Abrazado estoy a la inexistencia!

Desposeído de ti; de todo.

Incluida mi propia conciencia,

— esa que me arropaba cuando tú no estabas—.

Cuando el frío, culpándome, enfriaba mi sangre

congelándome hasta las arterias.

Esa; que convirtió estas venas en alambre de púas,

y en una plácida metamorfosis,

hizo de mi corazón un ente muerto

por el hambre de tu ausencia.

Más; no olvides, que olvidar

es un castigo desmesurado, inmerecido, fuerte;

y que mi fuerte está en tu fuerza.

Fuerza que me impulsa desde las entrañas

de esta flaqueza tan mía,

que convierte en polvo mis huesos.

No obstante del polvorín

—¡Sólo vos!—,

sólo vos logras convertir tales restos

en tierra fecunda, consiguiendo de áridos surcos,

la cosecha, y de ese fruto, mi prosa.

¿Querrá Dios?, bendecir mi alma, limpiar el aire,

atizar al sol y darme vida contigo por otros quinientos años.

Te amo

Cinco Estrellas.

Raymond Sánchez.

Honduras.

Esta vez soy yo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora