Capítulo 1

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Caminaba hacia el lugar de encuentro que acordamos con Jackson, iba tarareando la canción que sonaba en mis auriculares.
A una cuadra del establecimiento observo un grupo de gente reunidos en el medio de la calle, me acerco a ellos. Todos murmuraban entre sí, comentaban y preguntaban sobre lo sucedido.

-¿Cómo murió?- dije cubriéndome la boca.

No entendía lo que pasaba. Mi corazón palpitaba como si fueran caballos galopando. Tenía un mal presentimiento.
La curiosidad me consumía, entonces empujé a unas cuantas personas que no me daban lugar y llegué al cuerpo tendido en el asfalto. Mis ojos se abrieron como platos y mis oídos se cerraron impidiendo escuchar las palabras que pronunciaban todos a mi alrededor; mi boca se entreabrió y soltó un pequeño grito. Y de un momento al otro, caí junto al cuerpo sin vida de mi mejor amigo Jack.
Al ver que la policía se adentraba al tumulto de gente me saqué el brazalete que llevaba en mi muñeca izquierda y se lo coloqué, que ya no estará de vuelta conmigo compartiendo momentos que no olvidaré jamás.
El brazalete era de oro, en sus dos sentidos, el material de aquel objeto era el oro, y también su significado lo era. Mi abuela me lo había regalado a sus 67 años justo antes de morir. Cada vez que me veía decía que era mágico y especial.
Sabía que era importante para mi familia, pero Jackson era muy especial para mí, y que me recuerde a donde sea que sea transportado, los policías me alejaron de Jack para alzarlo en una camilla y llevárselo lejos de mí.
Yo lloraba desconsoladamente arrodillada en el suelo, ya las personas que habían visto todo se empezaban a dispersar. Y tras horas de llorar me quedé dormida en la calle, la sangre se tornaba seca y el sol se ocultaba.
En su funeral el llevaba puesto el brazalete, no hice nada más que dejarle unas flores y abrazar a sus padres, luego de eso me fuí antes de comenzar a llorar.
Los días transcurrieron iguales, a excepción de las siestas que tomaba. Siempre el aparecía en mis sueños y despertaba en la parte donde Jack me empezaba a hablar. Cada vez que abría mis ojos después de soñarlo, me sangraba la nariz y sudaba frío.
Sin mi mejor amigo en la escuela casi no hablaba. Varios de mis compañeros me dieron sus pésames, yo por mi parte, agachaba la cabeza y decía gracias en un tono bajo y seguía caminando, mis padres se volvieron más apegados a mí, ahora que estaba sola, sin compañía.
Dos días después de su fallecimiento me encontraba rondando por la escuela, todos caminaban acompañados, menos yo. El pasillo estaba repleto y yo era una más entre otros, al llegar a mi casillero lo abrí y de el cayó el brazalete al suelo, lo observé por un largo rato y me empecé a preguntar ¿cómo llegó esto acá?

Conectados Por Un BrazaleteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora