El día era pésimo en todo la historia de la ciudad, los meteorólogos indicaban que la temperatura era baja y las lluvias e humedad serian constantes. Las gotas saladas causaban incidentes por doquier, haciendo que las motos chorreasen aceite con barro, y las ancianas resbalasen por la acera.
Su cabello volaba violentamente, y sus gafas estaban empañadas. Se miró los pies, otra vez dudoso, el abismo le sonreía ampliamente y le susurraba cosas al oído.
—Te abrazaré hasta el final, y no te dejare ir— la brisa choco contra su mejilla. Podía escuchar el chirriar de las bicicletas atrapadas en el trafico, y los cláxones que los chóferes tocaban impacientemente para poder llegar a la avenida.
En el horizonte se palpaba la tormenta, que era ruidosa y demasiado eléctrica. Si le quedaba algo por arrepentirse, era haber tomado ese maldito conjuro y realizarlo. Se sentía inútil, un muchacho corrompido por la curiosidad y el hambre de querer saber mas.
Los policías gritaban maldiciones desde abajo del edificio, los bomberos colocaban un trampolín gigante color blanco, que lucía un poco gris por la lluvia.
Sonrió malicioso, y entonces las lagrimas comenzaron a descender de sus ojos para mojarle los labios, su lengua absorbió el liquido salado y la acaricio en su cavidad bucal por ultima vez.
Era enero, hacia calor y la gente comenzaba a hacer ruido por el invierno que cada vez se volvía mas crudo. Los estudiantes de su grado estaban demasiado ansiosos por el verano sin siquiera darse cuenta que los exámenes finales era lo que verdaderamente los dejaría pasar.
—¡Oye! ¡Max! ¿Quieres salir con nosotros a jugar un partido de fútbol?— pregunto Jon que estaba colocándose los tenis deportivos, mientras que una horda de amigos suyos lo esperaba —Lo siento, tengo que estudiar. Será para después— Jon lo observo y disgustado se fue.
Se quedo solo en el salón, mirando a la nada. Chasqueo la lengua y los mando al diablo a todos. Ellos nunca se preocupaban por las notas a finales de semestre, se divertían y salían en todo momento.
Su celular sonó y visualizo el numero de su casa.
—Hola, madre— contesto sin ganas —¡¿Qué horas crees que son jovencito?! Tienes que llegar rápido, si no llegas aquí en 15 minutos... ya veras el castigo que tendré preparado para ti— su voz era agresiva al principio, para luego volverse algo mas susurrante y escalofriante. Colgó la llamada y cogió sus documentos.
Su madre ya era anciana, relativamente bipolar, un trastorno que según los médicos fue legado por la pérdida de su padre —A lo que Max le diría huida, no "pérdida"— Era una mujer que desperdicio su vida buscando siempre lo perfecto, y termino encontrando siempre lo contrario.
La vida de Eluchans Max era deprimente, así como su sentido de compañerismo y lealtad. Una tarde en la que vagaba por la biblioteca encontró un viejo libro de ficciones, osando llegar tarde a su hogar, se dedico un tiempo para él mismo. Comenzó a leer velozmente, porque aunque no lo quisiera admitir, tenia miedo de la señora que hacia llamarse su progenitora.
En el interior hallaba cosas interesantes de religión, de batallas en silencio de ángeles y demonios. Y cómo cada vez eran mas extensas por culpa de la humanidad.
«Solo es cuestión de elegir: Bien o Mal. Así de simple» se dijo así mismo.
El reloj hacia un sonido irritante, esa misma tarde decidió elegir. E eligió mal.
—¡Ya regrese madre!— el olor a papas sancochadas inundo sus fosas nasales. Su estomago gruñía, cosa que lo obligo a dirigirse hacia el exquisito olor de comida. Cuando llego al fogón encontró a su madre tirada en el piso y mirando hacia el techo, el humo cubría todo el espacio y nublaba su campo de visión.
Después de estar dos horas, pudo darle las pastillas y hacer que duerma. Sin mas remedio que otro, se comió las papas quemadas.
Se encamino a su habitación, y con una pequeña tiza dibujo el pentagrama en su suelo. Pronuncio palabras malditas en distintos lenguajes perdidos.
El demonio apareció y comenzó a torturarlo hasta saciarse, era un ser fuerte que fue capaz de salirse de la linea de poder que dibujo para ser capaz de controlarlo. Las palabras susurradas de muerte, y el olor a azufre era cada vez fuerte, al punto que llegaría a Marzo, se subiría a un edificio de 15 pisos, e intentaría suicidarse.
La bestia tenia alas grandes, sucias y algo rotas. Su rostro estaba lleno de moretones, y tenia los dientes chuecos. Max supo percibir que hubo belleza antes de convertirse en eso que hoy era, pero en el fondo no había nada. Podía mirarlo fijamente y en su alma hallaba oscuridad, era parecida a la que tenía su madre cuando alguien llegaba a pronunciar el nombre de su esposo.
Sin intentar resbalar, miro de nuevo al horizonte y sus parámetros. La tormenta estaba cada vez mas cerca, los policías gritaban desde abajo y no tardarían mucho en subir e intentar detenerlo, pero ya no aguantaría mas suplicio y condena. Si moría estaría libre de ser torturado, y llenarse de pesadillas por las noches.
Tan fiero y grotesco sonó el primer relámpago, y con suma tristeza se aventó.
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Tres Días
General FictionLos demonios regresan, sus poderes visuales también, y su tiempo se esta agotando ¿Morir como un cobarde o vivir a costa del peligro sin ser reconocido? Él reconoce que el día no iba bien, y para colmo aun no había pagado sus deudas en el banco.