Pain.

968 61 5
                                    

El pelinaranjo estaba en uno de los rincones del gimnasio, sus rodillas se encontraban pegadas a su pecho mientras escondía su rostro entre sus piernas. La práctica había terminado hace horas, pero el aún se encontraba allí, tratando de no romper en llanto, lo sostuvo lo más que pudo hasta que finalmente se quebró por completo, las lágrimas que tanto trató de contener ahora caían sin piedad por sus ojos, rodando por sus mejillas para finalmente caer por su mandíbula hasta mojar un poco su playera. El fuerte llanto lograba oírse en todo el gimnasio debido al eco, haciéndolo sentirse más miserable de lo que ya se sentía hace unas horas atrás, se sentía tonto, estúpido pero sobre todo, se sentía enamorado.

–¿Quién está allí? –Escuchó la voz del capitán de Karasuno, rápidamente se levantó del suelo y limpió sus ojos, golpeó un poco sus mejillas y trato de sonreír como lo hacía normalmente–. Oh, Hinata, ¿Aún no te vas a casa?

–Me ofrecí a limpiar un poco, capitán. –Le respondió el menor con una fingida sonrisa en sus labios, Daichi no debía percatarse que estuvo encerrado todo ese tiempo.

–Ah, okey. Eh, Hinata.... ¿Por qué Kageyama no vino a la práctica hoy? –Preguntó el más alto mientras colocaba su mano en su nuca y alzaba una ceja con curiosidad. Inmediatamente la expresión del contrario cambió a una más triste, agachando la mirada para fijarse en sus zapatos como si este fuera lo más interesante del mundo, la verdad era que quería ocultar el hecho de que sus ojos nuevamente se habían llenado de lágrimas.

Debe de estar en Aoba Jōsai.

–Ahm... Se sentía un poco mal, así que se marchó antes a casa. –Mintió para encubrir al contrario, no quería que Kageyama recibiera un castigo o algo por el estilo porque sabría a lo que eso llevaría, se imaginó el rostro del contrario enojado y un escalofrío recorrió su espina dorsal–. Si me disculpa, capitán, debo irme a casa. ¡Nos vemos mañana!

Y sin querer decir nada más, tomó su bolso entre sus brazos para salir corriendo de allí, no se cambió de ropa, no había tiempo para eso. Cuando llegó a donde se encontraba su bicicleta, se montó en ella rápidamente, debía llegar antes de que anocheciera o.... No quería ni imaginar que sucedería si incumplía aquella regla.

Al llegar a casa, se encerró en su cuarto, ignorando por completo lo que su madre y su hermana le decían al cruzar el umbral. Se quitó la playera del uniforme y observó como las marcas amoratadas hacían contraste con su piel, mañana estarían aún peor y no sabía como ocultarlo cuanto tuviera que cambiarse frente a los chicos. Con el índice recorría las marcas de su cuerpo, tenía algunas en el pecho pero la gran mayoría se concretaba en el estómago.

Te lo mereces, Hinata...

Nuevamente una lágrima escapó de sus ojos, la voz en su cabeza seguía repitiendo que se merecía dicho castigo. Kageyama lo había encontrado hablando por teléfono con Kenma y esto lo enfureció de sobremanera, su "pareja" le había prohibido profundamente mantener contacto con Kozume, no le gustaba para nada la cercanía que tenían. Por lo que al oír que el rubio lo estaba llamando por teléfono, sacó de sus casillas a Kageyama y entonces se marchó, dejándolo en el suelo del baño mientras su cuerpo dolía y este trataba a toda costa de no romper en llanto, alguien podría oírlo. Desde aquel momento no volvió a verle.

El sonido de su teléfono lo sacó de sus pensamientos, el nombre que leyó le hizo temblar ligeramente, sin demorar, tomó el móvil y contestó.

–¿Por qué demoraste? –Habló rápidamente y sin rodeos.

–No encontraba el móvil, perdón...

–¿Estás en tu casa, verdad? Porque de lo contrario, ya sabes que sucederá Shōyō –Esta vez, susurró aquello, por lo que suponía que debía de estar con alguien.

–Sí, llegué hace horas –Mintió por segunda o quizás tercera vez en el día, a esta altura se estaba volviendo un verdadero genio en ello–. Le dije a Daichi-san que estabas enfermo por eso...

Rápidamente se quedó en silencio mientras que escuchaba una conocida voz de fondo llamar a Kageyama, apretó los puños con fuerza, llegando a causarse un poco de daño debido a la fuerza ejercida.

–Bien, nos vemos mañana. –Y sin darle la oportunidad de hablar, el contrario cortó. Dejándolo con el corazón roto.

Hinata estaba completamente consiente de que Kageyama veía a otras personas, no era estúpido. Pero en cuanto intentó reclamarle por aquello, hizo enojar al más alto, nunca le había visto de aquella manera, cosa que le causó miedo. Aquella fue la primera vez que recibió su castigo por desobedecerle.

Las reglas estaban claras, debía obedecerle por completo y no hacer demasiadas preguntas. No podía reclamarle y mucho menos contarle a alguien de aquella relación que llevaban, Hinata estaba tan enamorado de Kageyama que decidió aceptar aquellos términos únicamente para estar a su lado, pero como siempre las cosas no salen como lo esperas, con el tiempo el pelinegro se había vuelto más extraño y con esto, más violento. Si hace unos meses solo recibía gritos y palabras que le dañaban el alma, ahora recibía golpes que marcaban su cuerpo y su corazón, pero en su mente seguía repitiéndose una y mil veces que era merecedor de aquel castigo por no cumplir las reglas.

Miró demasiado tiempo a Yachi.

Se pasó todo el descanso con Lev.

Habló demasiado con Kenma.

Cosas como esas eran las que Kageyama no soportaba, no le gustaban que alguien tocara sus cosas, porque desde hace muchísimos tiempo Hinata había pasado a ser un simple objeto más de su colección. Un día el contrario lo tomó demasiado fuerte de la muñeca y dejó marca de sus dedos, Suga pasó todo el día detrás del menor tratando de persuadirlo para que dijera quien le había hecho eso, estaba consciente de que el mayor mataría si supiese quien le puso la mano encima, pero no iba a delatar a su amado, prefería callar por siempre que hacer eso.

Cuando finalmente cayó la noche, el silencio reinó en su hogar. Los golpes que había recibido aquella tarde le dolían, incluso le estaba costando un poco respirar, solo esperaba que aquel calvario se acabara lo más pronto posible y que no fuera nada demasiado grave, porque de seguro, estaría metido en graves problemas.

No duele, es un castigo, no duele....

Colocó ambas manos sobre su rostro mientras sollozaba con fuerza. Se suponía que el amor debía ser lindo, que tener pareja debía ser una experiencia hermosa, no un castigo que te va matando cada día, que estés enamorado de alguien que te ame y te cuide... No que estés perdidamente enamorado de alguien que te lastima y apaga tu luz día tras día.

Con la zurda comenzó a golpearse en el muslo, en donde sabía que nadie podría verle, el menor había logrado meter en su cabeza que al tener algún pensamiento malo en su contra, este podría autolesionarse con su permiso. Sus nudillos golpeaban con fuerza aquella zona, sabía que mañana tendría unos moretones, pero lo merecía por pensar que estaba haciendo las cosas mal. Kageyama lo amaba, estaba completamente seguro de aquello, pero lo demostraba de otras formas. Además que se acostara con otras personas lo hacía pensar que tal vez aquello ayudaría a que no se aburriera de el antes de tiempo.


Libérame,

Déjame ser,

No quiero caer otro momento en tu gravedad,

Aquí estoy, y me levanto

Con la cabeza en algo, como debiera ser

Pero estás en mí,

Y completamente sobre mí.

. . . .

Algo siempre me trae devuelta a ti,

Y nunca tarda demasiado.

Gravity.  「Kagehina」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora