Cuando hablo de demonios no pienso en esas personitas rojas rodeadas de fuego, con cuernos, cola en punta de flecha y un tridente; ni siquiera en esa sombra oscura de la que únicamente vemos unos ojos tenebrosos y una sonrisa malévola que nos arrastra hacia la oscurdad.
Cuando hablo de demonios, me refiero a nuestros propios miedos.