Era comienzo de verano, de vacaciones. Lentamente abrí los ojos y automáticamente miré a través de la ventana, ahí estaba. El ave que todas las mañanas se posaba en una de las ramas más altas del árbol y recitaba algunas notas. Eran muy hermosas, se podría decir que me ayudaba a levantarme de buen humor.
Me llamo Allay Monroe, tengo dieciséis años. Soy la más de chica de los tres hijos de Tom Monroe, quien al sufrir la muerte de mi madre, entro en una crisis emocional por la cual, se pasa recordando y llenado su mente de recuerdos, viendo fotos y escribiendo mil historias, olvidándose por completo de nosotros, sus hijos. Llegando al punto de no hablarnos durante días, a veces semanas. No comparte el almuerzo o la cena, ni se preocupa por las notas que traemos a casa. Eso me enfurece, a mí y a mis hermanos. Keto, de veintidós años, es el mayor. Esta estudiando medicina, le esta yendo bastante bien y ya abrió un consultorio. Vive con su novia Magi en Karma, a ciento treinta kilómetros de Atlas, donde nos vendríamos a encontrar nosotros. Siempre nos envía dinero para ayudar a mantenernos. Sabe por lo que estamos pasamos en casa con respecto a papá, que no nos ayuda en nada y por el contrario nos causa muchos problemas. Amy mi hermana, cumplió los veinte hace poco. Trabaja en una peluquería de lunes a sábados por la mañana y a la tarde es empleada en una de las tiendas más caras de ropa de la ciudad. Al estar muy ocupada todo el día, yo soy quien se encarga de las tareas de la casa: cocinar, limpiar, hacer las compras y cosas por el estilo. A la mañana temprano concurro al colegio con mi actual mejor amiga: Charlotte.
Nos conocimos hace tres años, cuando Ámbar – quien en ese momento era mi mejor y única amiga – un año antes se fue a Inglaterra a penas cumplido los doce años, porque su familia había tenido un problema financiero. Perdí todo contacto con ella desde entonces. Me entristecí mucho.
A las semanas de su partida mi madre había empezado a enfermarse, y en menos de cuatro meses murió. Me sentía aun más sola. Me quedaba una única persona de confianza: Ítan, mi primo. Quien en ese momento se convirtió en una chispa esperanza. Me aferre a él de tal forma que su decisión de ir al ejército militar me destrozo por completo. No quería soltarlo de ninguna manera posible, me había dado las fuerzas que necesitaba en esos momentos tan duros. Pero era su sueño. Y mis problemas no eran los suyos. No tenía derecho de arrebatarle lo que el más quería en la vida, por lo tanto lo deje ir. Así como luego empecé a dejar ir a Ámbar, y por último a mi madre.
Ya estaba más fuerte, mas madura en el momento en el que me despedí de Ítan. Y él, ya con su uniforme camuflado verde, se alejó hacía la entrada de aquel lugar.
En casa las cosas estaban empeorando cada vez más, papá no trabajaba y con Amy tuvimos que empezar a hacerlo. Para Keto, el hecho de dejarnos fue un gran golpe para todos, pero logramos convencerlo de que no dejará escapar sus sueños de estudiar y formar una familia. Nosotras nos las arreglaríamos y lo hicimos.
Fue el peor año de mi vida, pero salimos adelante.
Al comenzar las clases, ya estaba completamente recuperada de las tragedias que había sufrido. Las demás chicas de acercaban para hablar con migo, pero no necesitaba la lastima de otros. A los dos meses, entro una nueva chica al instituto y como yo me sentaba sola, a ella se asignaron el lugar de al lado. Se llamaba Charlotte. Ahí nos conocimos. Compartir las horas de clase y algunas de la tarde con ella, me ayudo a encontrar la confianza que creía perdida. Nos hicimos tan cercanas que más que amiga la podría llamar hermana.
Así, poco a poco empecé a aclarar mi situación, y mi corazón empezó a unirse despacito. A pesar de algunos disgustos que nos estaba dando papá, como intentos de suicida – motivo por el cual lo internaron – nuestro entorno estaba mejorando.
Esa mañana empezaban las vacaciones. Estiré las piernas y las manos en conjunto de un largo bostezo que dio por terminado mi sueño. Me levante y fui al baño, me peine y me vestí con una calza deportiva negra y un topcito fucsia. Eran las 06:30 am y pretendía salir a correr. Pero una inesperada sorpresa detuvo mi partida. Era un mensaje de mi primo Ítan. En menos de dos horas estaría de nuevo en casa. Me puse muy contenta. Lo volvería a ver luego de tanto tiempo. Lo extrañaba demasiado a pesar de que hayan pasado tres años. Lo que significaba que no lo supere por completo como creía.
