Rebecca salía de la tienda de alimentos que se encontraba a dos calles de su casa. Con la bolsa color marrón debajo de su brazo izquierdo, emprendió su camino en aquella acera solitaria. Calculaba que eran sólo las nueve de la noche y en los 60 segundos que llevaba caminando no se topó con alguna persona, ni siquiera un auto se había asomado en la calle mojada a causa de la lluvia... Justamente ese día.
Estremeciéndose a causa del frío, procuró por adelantar su paso. Vivía en un vecindario tranquilo, y podía asegurar que conocía al menos a la mitad de las personas que habitaban en toda esa cuadra, pero aún así no dejaba de estar un poco nerviosa, sólo deseaba llegar a su casa y sobre todo a la comodidad de las cuatro paredes de su habitación.
Su hermano se había negado a acompañarla, y antes de Rebecca salir enojada, éste se había burlado de el miedo que precisamente ella sentía ese día.
Y es que, ¿cómo no sentirlo cuando últimamente una ola de violencia azotaba su pueblo natal?
Y sobre todo con aquel asesino, que de sólo leer las atrocidades que le ha hecho hasta ahora a sus 11 víctimas —todas mujeres— le ponía los pelos de punta.
Podía sentirse un poco tranquila, —por lo que pudo ver en las noticas— aquellas pobres víctimas vivían al menos a más de cuarenta minutos de su vecindario. Y aunque aún así no se alegraba por ello, sus amigos le habían aconsejado que por ahora no había que preocupase por ello.
Y al estar sumida en sus pensamientos, Rebecca no podía darse cuenta de lo equivocaba que estaba. No estaba del todo sola caminando en la solitaria calle. Doblando en la esquina, aún no podía ser consciente de la sombra que se proyectaba en la pared de aquella fábrica cerrada, a unos pasos detrás de la suya.
Una sombra que al parecer, llevaba puesta una máscara.
De repente, una sensación de terror la invadió. Sintió los vellos de sus brazos erizarse, el corazón comenzó a golpear rápidamente contra su pecho, y su respiración se volvió más pesada.
Aquella sombra se proyectaba ahora justo detrás de la sombra perteneciente a Rebecca.
Lista para echarse a correr sin mirar atrás, dio el primer paso cuando una mano se enroscó con fuerza en su cintura y un pañuelo cubrió toda su nariz y boca, callándole sus intentos de gritos.
Forcejeó un poco, antes de comenzar a sentirse mareada. Sus párpados se hicieron más pesados, cerrándose lentamente. Sus manos que estaban con sus uñas enterradas en el brazo de su victimario, cayeron sin fuerza a sus costados. Sintió como era arrastrada y escuchó la puerta de un vehículo abrirse, antes de volverse todo negro.
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La número doce
HorrorUna ola de pánico ha empezado a azotar al pueblo Alicia, ubicado en el estado de Arkansas. Ésta empezó cuando mujeres al azar empezaron a aparecer muertas; todas con signos de violación y tortura, antes de que sus vidas les hayan sido arrancadas de...