Uno

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Mi vida es difícil de entender. Recuerdo que cuando me llevaban a un nuevo reformatorio y debía hablar con asistentes sociales para explicarles porqué estaba allí, ellos dibujaban una línea cronológica para entender mejor por cuántos lugares había estado.

Vamos a contar bien esta historia. Mi historia. Así que haremos una pequeña introducción sobre mí, pero para eso es necesario situarse en el momento que yo nací.

El día que mi madre me dio la vida fue una noche de invierno. Decía que la lluvia le hacía recordar ese día. Nací en Michigan, Detroit, 1998. Deduzco que lo primero que vi fue una Jack Daniels.

No es necesario decir que no fui algo deseado para mis padres, de hecho mi padre biológico no es el que me crió. La típica historia de adolescentes que viven en un lugar de mala muerte y tienen un hijo no buscado, le dice a la chica que aborte, ella no quiere y acto seguido el padre desaparece y no se hace cargo del pequeño mientras que a ella la echan de su casa. Todos la conocemos, debemos aceptar que Hollywood le sacó provecho. Así que olvidemos ese suceso. Para mí siempre fue sencillo de entender: mi padre fue el que me crió. El otro sujeto solo colocó el esperma.

Mi madre llevaba siete meses de embarazo cuando, un día en un café, intentaron robarle el bolso. Resultó ser que casualmente, el campeón boxeo de Filadelfia se encontraba en el bar de enfrente ahogando penas y, como consecuencia de una profunda borrachera, salio a defender a mi madre. Ese fue el día en el que mis padres se conocieron, esta historia comenzó y el ladrón recibió su primer knockout.

Viví con mis padres hasta los nueve años, tiempo después me tuvieron que llevar a un orfanato. No me gustaba hablar de esta parte de la historia porque era la única que no recordaba con completa claridad. Puedo recordar que yo sólo lloraba, no lograba entender muchas cosas. No entendía porqué mamá se había dormido en la bañera con los ojos abiertos. No entendía porqué mi padre tenía los ojos rojos y temblaba, porqué los oficiales le ponían esposas. No entendí horas después cuando una mujer me llevó a una habitación de un instituto lleno de niñas y tiró mi bolso a una cama. 

-Duérmete y no llores.

Con el paso de los años te acostumbras a que las cosas cambien tan repentinamente. Intentas no acomodarte a las rutinas, personas, lugares. No sabes donde despertaras mañana.

Durante mi tiempo en el orfanato me adoptaron cinco familias. Todas eran agradables durante las visitas supervisadas, pero una vez que los papeles de adopción estaban firmados todo cambiaba. Mi tiempo máximo en una de esas casas fueron tres meses. No iba a la escuela, solía meterme en problemas en las calles y, luego de un tiempo, volvían a dejarme en el orfanato.

Luego de ya haber pasado por tantas casas de acogida y ya con once años, dejé de interesarme en ser adoptada, pero para las parejas jóvenes y de recién casados, con un miembro flácido o unos óvulos infecundos, los orfanatos eran como ir al mercado a comprar cereales. Jamás dejé de ser visitada por gente interesada en llevarme a su casa y sentirse mejor con ellos mismo porque "estaban contribuyendo al bien mundo adoptando a una niña huérfana". No dejé de pasar de mano en mano, pero siempre volvía al mismo lugar.

Evidentemente cuando cumplí doce años las demandas empezaron a caer, ya que lo que esas parejas menos deseaban era una niña estando a punto de comenzar la adolescencia. Se llevaban a los menores de ocho años con tal de no tener que soportar una etapa tan "difícil de llevar". Le dejaban el trabajo sucio a otra familia.

A contrario de como las películas lo muestran, el orfanato no estaba tan mal. Lo único malo era la dictadora; la directora y horrible bruja reina que se empeñaba en buscar alguna excusa para castigarme al menos dos veces a la semana. Nuestra relación era cómica si me lo preguntan, cada vez que me enviaban a su oficina ella ya tenía listo dos cafés con dos cucharadas de azúcar y mi formulario abierto en la primera página. un formulario que se iba agrandando a medida que pasaban los años. Comenzaba a detallarme todos los problemas que había tenido desde que había llegado, fueron tantas veces que ambas los contábamos juntas sin necesidad de leer el papel.

Cuando cumplí 13 años me transfirieron a un reformatorio por mala conducta. Pero ese ya es otro lado de la historia que puede esperar. 

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⏰ Última actualización: Sep 26, 2019 ⏰

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