Veni, vidi, vici

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A todo el mundo le asusta algo: las alturas, las arañas, la oscuridad, el futuro... No importa que, para otros, nuestros miedos parezcan estúpidos. Para nosotros, no son estúpidos, sino reales. Y pueden hacernos daño... mientras se lo permitamos. Por ejemplo, cuando yo tenía unos 5 o 6 años, les tenía verdadero terror a las escaleras mecánicas, y no me avergüenza admitirlo. No podía subirme a una sin ponerme a llorar o agarrarme a la pierna de mi madre. Para mi aquello fue un gran reto.

Pero un dia, decidí que estaba cansada de tener que dar media vuelta nada más ver una de esas. Así que, con todo el valor que una niña de 5 años podía reunir, y el polvo de hada que le robé a Peter Pan (Me encantaba ese libro, ¿vale?), subí una de esas escaleras. Las de bajada, pero las subí. Y estaba tan feliz que, sin darme cuenta, las bajé para que mi madre me viera vencer mi miedo. Recuerdo que me compró un helado de vainilla para celebrarlo.

El miedo nos va a debilitar con cada segundo que pase si no luchamos. Antes he dicho que a todo el mundo le asusta algo. Yo he aprendido que el miedo no es una excepción a esa frase. Y ¿como asustar al miedo? Con valor. Al miedo le asusta que lo derroten, así que demuéstrale que eres más fuerte que él, y se irá. No tardará un día. Quizás tarde dos, pero lo dudo. La esperanza es lo último que se pierde, y el miedo retrasará su marcha tanto como pueda. Y al menor signo de debilidad, volverá. Volverá y será más difícil derrotarle. Por eso no puedes rendirte, no puedes dejar de luchar. Esto no es un cuento de "felices para siempre". A veces es él quien gana.

¿Hazme un favor, quieres?

Nunca le dejes ganar.

Carta al MiedoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora