— Firme aquí, y aquí. —el castaño lo hizo—. Felicidades, ya están divorciados.
— Gracias. —susurraron ambos.
El abogado los dejó solos.
— ¿Ya no me amas? —preguntó soltando lágrimas la chica.
— No, lo siento. —susurro el castaño apartando la mirada.
— ¿Te irás de casa? —preguntó entre un sollozo.
— Si. —la miró.
— ¿Te quedarás con la otra? —preguntó con coraje.
— No.
Se iría con Fred.