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El de pálida piel estiró su brazo y con sus delgados dedos alcanzó aquella nube. Después de tanto anhelarla, el simple hecho de tocarla hizo que su piel se erizara. Arrancó un pedazo de ella; una bola de algodón, tan suave, tan pura, virginal.
Su niño querido, aquel que le rogó por la nube, le veía con algazara desde abajo.
Mientras el pequeño le veía, cerró sus manos con prolijidad, guardando la nube entre sus dedos.
Era hora de dormir.
Una vez abajo, caminó con el pequeño hasta su cama tejida de dalias. El aroma de estas era deleitable, gozoso; viajaba por sus narices. El niño se recostó sobre la almohada de gipsófila. Cerró los ojos deseando estar cubierto, pues la noche estaba llena de álgidas corrientes de aire que congelaban sus pequeños pies. El más pálido notó el rostro gélido del chiquillo. Sacó la nube de sus manos, y con cuidado tejió una manta, hecha de hilos del cirro.
Con calidez la colocó encima del cuerpo del infante, que ya tiritaba.
Con pequeñas caricias le arrullaba.
Una vez que el pequeño quedó perdido en su sueño, el más pálido cambió su sonrisa por una mueca, una mirada que expresaba cinismo y odio, furia y recelo.
Se acercó al oído del menor y aspiró la fragancia de la almohada en la que el chiquillo estaba recostado.
–Descansa, mi pequeño niño, pues no sabes la hora ni el lugar en que tu reino se destruya. Porque así como tu corona dice "limpio y puro", la mía dice "sucio y pecador". No podemos coexistir, el más débil debe perecer. Descansa, mi niño. Te espera el mayor de los horrores y el mejor de los regocijos; verás el perecer del celaje y la aparición de las tinieblas. Duerme. Duerme ahora que puedes, mi lindo pequeño.

Dicho esto, cerró el pacto con dos besos que dejó plantados en los párpados del menor, jurando así, que volvería.
El pálido, de apodo "muerte", rey de la oscuridad, mayordomo del bien. Aquel que besó al niño, apodado "La luz", rey de la pureza.

Kingdom ; yoonseokDonde viven las historias. Descúbrelo ahora