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Todos los días al volver a casa corría hacia mi habitación preguntándome si ese día no recibiría una carta, todos los días sin falta una carta yacia en mi escritorio, oh no, no era la misma, siempre era una nueva, una diferente, mamá venia y me miraba con una sonrisa y siempre preguntándome: ¿Ya sabes quién es?; yo contestaba: No, aun no, sigo buscando.

Claro que buscaba, las cartas estaban escritas a lápiz, durante las horas de escuela me centraba en los chicos que tenían un bloc de notas o un cuaderno y escribían con un lapiz. Ahí me encontraba yo sentado en los escalones para ir a los salones de la planta alta comiendo un emparedado, con un jugo de manzana por un lado. Miraba a cada persona pasar y me emocionaba al ver un lápiz. No sabía cómo siquiera era el nombre del chico o chica. Tampoco especificaba que era. Solo firmaba con una: H. Una linda H que estaba en cursiva y muy remarcada, a veces llegaba a pensar que era una chica pero había otras en las cuales me decía: No, es un chico. Pero era bastante confuso.

Al volver a casa, pateaba cualquier cosa que me encontrara tiraba en el suelo, jugaba con ella para distraerme no era portador de un celular o algún aparato de ese tipo mi madre decía que solo dañaban neuronas que me centrara en otra cosa para enriquecer mi cerebro, y era así, aunque no pude resistir el pedirle un walkman. Mi padre tenía una gran colección de cintas en ellas estaban las bandas como: The Beatles, Nirvana, The Smiths, y muchas más. La música de ahora no era algo que me apetecía escuchar. Cuando estaba a una cuadra de casa corrí hacia ella no me detuve hasta estar en la puerta y abrirla y luego corrí hacia mi habitación, ahí estaba un sobre blanco. Siempre decía lo mismo: Para Louis.

Me senté en la silla que estaba enfrente de mi escritorio y comencé a leer, la mayoría de las veces me hacían reír sus anécdotas. Tal vez me contaba lo que le sucedía diariamente o simplemente escribía una historia todos los días. Pero no le veía el caso el que inventara una historia todos los días para mí. Las cartas eran cada vez más largas y más largas, asi que mas tiempo pasaba encerrado en mi habitacion, pensando: ¿quien se tomara la molestia para hacer esto?

Un día fue extraño porque en ellas encontré una moneda, era de fantasía pero era dorada. En la carta decía que la cuidara mucho, y, que aunque me diera un ataque de nerviosismo o enojo, molestia, no le hiciera nada. La moneda no tenía la culpa de ello.

En la escuela seguía atento con mis compañeros, tal vez uno de ellos sea quien me escribe las cartas. Pero nada, ninguno me miraba de reojo o hacia alguna cosa para que yo sospechara de él, tal vez era demasiado listo y aun no quería que yo supiera quien era. Y a pesar de eso sabía que no importaba porque sabía que no me rendiría hasta encontrar a esa persona.

—     ¿A dónde vas?—me pregunto mi madre al verme bajar las escaleras poniéndome un suéter.

—     Iré a leer al parque—levante la carta junto con un libro—no tardare mucho, ¿una hora?—pregunte.

—     Está bien, una hora. —sonrió—cenaremos tacos—dijo ella.

—     Está bien—salí de casa. Con el libro y la carta en mi mano derecha.

—     ¿A dónde vas, Loulou?—Mike, ahí estaba mi vecino Mike, nuevamente.

—     A ningún lado que te importe—respondí sin mirarle y sin parar de caminar.

—     ¿Qué te he dicho de hablarme así, estúpido pedazo de mierda?—era muy temperamental. No respondí y seguí caminando—Odio, detesto que me ignoren, y mucho menos tú te darás el lujo de hacerlo—oí como empezaba a correr, no esperaría a que llegara y me propinara una buena paliza, yo igual comencé a correr, mi respiración era agitada, la planta de mis pies quemaban, y al llegar al parque lo primero que hice fue correr hacia los juegos y esconderme en el pequeño castillo que había en el centro. — ¿a dónde se fue ese marica?—pregunto.

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⏰ Última actualización: Aug 11, 2014 ⏰

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Lápices, bolígrafos y pinceles. (Larry Stylinson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora