Capítulo único.

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Luhan estaba cansado. Más que eso, decepcionado, abatido. Se sentía como un idiota, un estúpido. ¿Cómo no se había dado cuenta de ello antes? Tal vez era cierto eso de que el amor te hacía ciego. Porque él lo había sido. Incluso cuando las cosas sucedían frente a sus narices. Justo en su presencia. Él, jurando amor eterno, entregando todo por el chico a quien amaba, para que éste le pagara con semejante acción. ¡Y que le dijera que no era cierto, porque Luhan, esta vez, sí los había visto! La primera vez que él los encontró en una situación comprometedora, fue cuando Luhan llegó temprano del trabajo, y los vio en el pasillo coqueteado deliberadamente, y tocándose más allá de lo normalmente establecido. Después de esa vez, Luhan empezó a ver ciertas cosas que antes no. Empezó a notar los detalles que se le escapaban por entre las manos, esos sutiles movimientos que significaban algo más, esas miradas que Sehun le dirigía al cuerpo de Minseok.

Antes, cuando había empezado a sospechar, su pareja le había dicho que estaba siendo paranoico, y que el único en su vida, era él. Admitir que esas palabras le hicieron olvidar todas las inseguridades, le aseguraba cuán incrédulo e idiota había sido. Luhan jamás pensó que el haberse mudado a ese edificio, le traería tantas amargas situaciones, tantas inseguridades. Él jamás hubiese pensado que su novio, su amante, su pareja, su otra mitad, su complemento, le engañaría.

Esa tarde, cuando Luhan regresaba de un día agotador en la universidad, no esperaba, en absoluto, encontrarse a Sehun besándose con su vecino. En el momento en que sus ojos repararon en la pareja frente a su departamento, sintió como si una mano helada apretujara su corazón dolorosamente, como si el aire se le escapara por entre los labios y no pudiera recuperarlo. Luhan no había tenido las fuerzas para recortar el espacio que había entre ellos, y golpear al idiota de su novio y a su vecino, así que aprovechando que no se habían percatado de su presencia, él bajó las escaleras rápido y en silencio, saliendo del edificio donde él vivía. Corrió tanto como pudo, lejos de ahí, intentando que la brisa que golpeaba su cara, se llevara todo consigo, todo el dolor, las lágrimas, y sus recuerdos.

Dos años junto a Sehun, llenos de tantas palabras de amor, tantos hechos, tantos besos, caricias, recuerdos. Todo desmoronándose en un segundo. Era increíble, cómo todo lo que había costado tanto tiempo construir, se derrumbaba con una simple acción, en un segundo tan efímero, que era hasta ridículo.

Estaba oscuro ya, y su celular no había dejado de sonar hacía un buen rato. No sabía cuando tiempo llevaba ahí, seguro más de tres horas, pero no le importó. Levantó la cabeza, observando la luna. Estaba tan solo como ella. Cada vez que la veía, Luhan se sentía triste, y es que éste siempre había estado en sus momentos más desolados. Sonrió con amargura. Una caída tras otras. Era como si su camino estuviese minado. Cada vez que daba un paso y se sentía seguro, el suelo bajo sus pies se abría, haciéndolo caer, sin darle a oportunidad de aferrarse a algo para no tocar fondo, para mantenerse. Las lágrimas habían empezado a descender por su cara hacía un buen rato, mientras recordaba las dulces palabras que el menor le había dicho la noche anterior, después de haber hecho el amor.

­-Siempre has sido lo que he estado buscando –había murmurado-. ¿Dónde estuviste toda mi vida? Porque te extrañé incluso antes de conocerte. No sé qué haría sin ti.

Rió amargamente.

-¡Vaya que no! ¡Cómo si no tuvieses ya un reemplazo para mí! –Musitó a la nada.

Subió sus piernas a la ruleta y se las abrazó, escondiendo su cabeza entre las rodillas. Se permitió llorar desconsoladamente, como se prometió que jamás lo haría después de la muerte de su madre. Porque pensó, que no habría nada tan doloroso que lo obligase a llorar como lo fue la muerte de la persona que más quiso, pero ahora llegaba Sehun a hacerlo romper todas las reglas que se había autoimpuesto. Y lo odiaba. Odiaba que el menor tuviera tanto poder sobre él, que pudiera controlarlo tan fácilmente. Odiaba sentirse tan dispuesto a todo siempre que el otro estuviera a su lado. Y odiaba sentirse así, tan abatido, tan triste, tan idiota, tan roto, solo por él. Porque él antes no era así. Antes de que el alto llegara a su vida con esa expresión seria que contrastaba totalmente con la brillantez de su actitud, él era introvertido, era cerrado y rara vez daba una sonrisa sincera. Él era tan serio como una estatua.

Tonto   ||    Hunhan~ OSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora