Adele

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–Aquí voy. Concéntrate. Soy veloz. Una ganadora, 44 perdedoras y yo desayuno perdedoras.
¿Desayuno? Tal vez debí desayunar. Una empanadita estaría bien. No no no no no concéntrate. Solo
un punto más. Solo un toque. Vamos punta, directo
al pecho. Soy más rápida. Soy más veloz. ¡Soy Adele!
El equipo completo de mi sala de esgrima bajó
hasta la pista a celebrar nuestro triunfo. Mi triunfo.
Soy la nueva Campeona Nacional. Entre gritos y
abrazos localicé a Jakov, mi entrenador, que a distancia levantó su brazo derecho en, señal de victoria. En las gradas mi madre, Mikan y Alex. Los 3 en un solo abrazo. La felicidad de ese trio se podía ver en
cada lágrima que brotaban sus ojos y narices rojas.
Tres días han pasado y aun siento que me invade la emoción del campeonato. Mi pálido rostro
necesita un poco de color, durazno en mis mejillas
y brillo con sabor a cereza en los labios. Lista. Hoy
seguimos celebrando. Esta vez será con un almuerzo
preparado por mi chef favorito, la otra faceta de
mi entrenador Jakov. Campeón Olímpico en Sídney
2000, representado a su país de origen, Polonia. A
pesar de ser a veces tan desabrido y mandón, su
comida, en cambio es muy deliciosa y colorida. No
podría describir con palabras, lo rica que es la comida que él prepara en Bena’s Bistro, su restaurante.
–¡Adele baja, llegaremos tarde! –Mikan me
grita desde la ventana del auto. Siempre apurada.
Siempre es tarde. Siempre tan puntual–.
–¡Voy bajando! –Le grito, aunque en realidad
estoy dando vueltas en el apartamento. ¿Dónde están las llaves?–.
Bena’s Bistro. Nos espera en la puerta con su
sonrisa de oreja a oreja. Alex. Y como siempre haciendo una mueca de desapruebo al ver cómo iba
vestida Mikan, sólo para verla enfadada. Mikan con
su estilo Bohemio. Llevaba un vestido de chiffón, con
diseños de flores, de árboles y nubes, unas botas de
piel con tacones bajos. En cambio, yo prefiero vestir ropa más cómoda y a la moda. La parte superior
de la ropa que sea más suelta y la parte inferior más
ajusta con mis converse rojos.
–Bienvenida señorita Murakami. –Intentando
disimular su risita burlona–. Te ves tan espacial, digo
tan especial.
–Muchas gracias Alex –Lo dice con indiferencia–. Deseamos nos sorprenda con una buena presentación de su plato espacial, digo especial. –Alex
se molesta y antes de soltar cualquier cosa, interrumpo–.
–Hey! Basta. Entremos. Tengo mucha hambre.
–Hablé como un réferi. Es lo que soy cuando salgo
con ambos–.
Almorzamos. Acompañamos la comida con
coca cola, a pesar de la cara de fastidio de Jakov.
Dice que el refresco es para comida chatarra. Esperamos hasta que Alex terminara su turno a las tres
de la tarde, para ir a jugar bolos. Cenar hamburguesas. Helados. Coca cola. Llevamos a Alex a su casa.
Luego Mikan hace planes para el próximo fin de semana, mientras conduce a mi casa. La playa. Se oye
bien. En casa me espera Agata, mi perrita. Me siento
en el sofá y ella corre a mi regazo. La llevo en brazos
hasta el cuarto y nos acostamos en la cama. Caigo
en un sueño profundo.
El día ha comenzado como cualquier otro. Todas las personas a las que conocía odiaban las ma-
ñanas del lunes. Pero a mí no me molestaban. Me
gusta levantarme temprano. Desayunar un plato
musli de chocolate con yogurt dulce o un cuenco
de ensalada de frutas con chocolate. Preparar mis
sandwich de mermelada de fresa para comerles entre descansos en el gimnasio. Salir a correr al parque,
para luego regresar a casa. Tomar una ducha, vestirme y caminar lo mas rápido hasta la estación de
tren. Intentando llegar a tiempo. Hay ciento cincuenta y ocho pasos entre la estación y mi casa, pero
pueden llegar a ser ciento cincuenta si se camina
con prisa. Di la vuelta a la esquina y allí está, La Estación 22.
–Adele da 10 vueltas al gimnasio y estira. –Dice
Jakov. Es extraño cuando llego temprano al entrenamiento. Ya esa frase es habitual, cada día–.

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