Hace mucho, pero mucho tiempo, existió una hermosa joven, de cabellos rubios con contornos faciales perfectamente delineados, llamada Cenicienta. Era perfecta. Lastima que su vida no lo fuera.
Ella fue muy feliz, en su infancia, con su madre y padre. Ellos vivían una vida contenta sin preocupaciones en una gran casa. A ella no le faltaba nada, tenía todo lo que necesitaba.
Cenicienta no lo sabía, pero su madre tenía un fuerte cáncer y ya estaba muy avanzado. Hasta que un día su madre falleció. Y su mundo se destruyó por completo. Lo único que la mantenía de pie era el amor y contención de su padre. Ella a penas tenía 6 años, no soportaba tanto dolor.
Con los años pudo superar ese dolor de la perdida de su madre, volviéndose la niña feliz que era. Seguía extrañando a su madre pero no con el mismo dolor que lo hacía antes.
Durante unos meses, Cenicienta veía como su padre se comportaba de una manera extraña. Salía de su casa muy temprano y llegaba muy tarde con la excusa de su trabajo. Ella sabía, aunque solo tenía 12 años, que su padre escondía algo, lo notaba en su mirada.
Fue así, que un día, la joven iba saliendo de su casa para recoger algunas flores del jardín, cuando se encontró a su padre besándose apasionadamente con una hermosa mujer. Era más joven que él, rubia y una figura magníficamente marcada. Esa mujer era una diosa celestial, comparada a su, ya no tan joven, padre.
Cenicienta furiosa, entró corriendo a su casa, mientras las lágrimas iban marcando líneas en su adorado rostro. Su padre al voltear, supo que su hija los había visto y corrió hacia ella, dejando allí sola a su querida amante.
El padre de Cenicienta, trató de explicarle con mentiras lo que había ocurrido, y como es de suponer, ella no le creyó nada de lo que él le había dicho.
Luego de un mes de que la dulce joven hubiera cumplido 13 años, su padre le confesó que se iba a casar con una hermosa mujer, pero cuando se la presentó, era nada más ni nada menos que la diosa celestial que había visto aquella vez besándose con su papá.
Cenicienta estaba enojada y le dijo que estaba traicionando a su madre, en el intermedio de esas palabras arrojó algunos jarrones que estaban sobre uno de los muebles de la casa.
- Cariño, tranquilízate. Ella es muy buena persona, solo tienes que conocerla un poco más. Te agradará, te lo aseguró.
Y así fue, como poco a poco, su horrenda y nueva madrastra, se fue mudando a su casa. Pero, un detalle que su padre había omitido, era que esa "diosa" tenía dos hijas.
-¿¡DOS HI-JAS?! ¿No me lo pensabas contar, cierto?
-Perdón, cariño, se me pasó ese pequeño detalle.
-No lo puedo creer.
-Hija, por favor, no seas dura con ellas. Mírale el lado positivo, al menos vas a tener a las hermanas que nunca tuviste, alguien con quien compartir habitación, ropa, y todas esas cosas que a las chicas les gusta hacer.
-¿Sabes qué? Lo haré solo por ti padre. Estoy cansada y tengo que dejarte ser feliz. Así que me comportaré muy viene con mis dos nuevas hermanastras.
-Esa es mi niña.-Dijo su padre y la abrazó fuertemente. Realmente estaba orgulloso de su hija.
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La Cenicienta, un final inesperado
Short StoryNo es la típica historia de la Cenicienta.