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Disclaimer: El Fandom de InuYasha y sus personajes no me pertenecen.

"Y si de algo estoy seguro, es que llamamos casa a todo lugar en donde el corazón se siente feliz."

Jorge Muñoz

Miró con atención la foto que su amigo le había mandado, era una invitación de boda, la boda de Sesshōmaru Taishō y de alguien que no conocía. La fecha marcaba ese día, un mes atrás. No había sido invitada, pero se había enterado gracias a todos los amigos que ambos tenían en común.

Ella había conocido a Sesshōmaru gracias a InuYasha, el medio hermano de éste; había sido una tarde soleada en un día de campo organizada por Izayoi. Él casi no había mencionado palabra alguna y se había mostrado demasiado distante durante toda la comida, aunque de vez en cuándo mostraba interés en algún tema de conversación.

Su personalidad había llamado su atención y cuándo menos lo imaginó, ya estaban hablando. O más bien, ella era la que iniciaba y terminaba las conversaciones. El tiempo pasó y con ello las estaciones y los sentimientos surgieron.

Compartieron días, semanas y meses juntos, tiempo en el que cada persona que los veía argumentaba que ambos se complementaban perfectamente a pesar de ser opuestos y aunque todo parecía ir perfectamente, la carta que había llegado a las manos de Sesshōmaru cambió todo.

Se marchó de su vida después de eso, su padre antes de morir había arreglado un matrimonio para él y aunque al final Inu No se había arrepentido y había tratado de anularlo, fue Irasue la que hizo que lo cumpliera y Kagome conocía a Sesshōmaru lo suficiente para saber qué lo haría.

Aunque eso no quitaba el hecho de aquella decisión doliera.

Y aunque los meses habían pasado y Kagome había tratado de cortar toda comunicación con aquel pasado, la foto de la invitación había llegado a ella como una mala broma del destino. Sango, su mejor amiga, le había llamado diciendo que ella podía impedir aquello, sin embargo, se negó.

Trató de eliminar todo y la foto de aquella invitación era lo único que faltaba. Y ahora, con aquella canción que alguna vez le recordó a Sesshōmaru Taishō sonando de fondo junto al sonido de la lluvia, le parecía el momento ideal para finalmente eliminarla.

Pero los golpes a su puerta dictaban otra cosa, la lluvia cada vez caía con más velocidad y al abrir la puerta fue como si el tiempo se detuviera.

Sesshōmaru Taishō estaba enfrente de ella, su cabello estaba completamente empapado junto con su vestimenta. Traía una maleta consigo y, al ver su mano, se dio cuenta de que no portaba ningún anillo de matrimonio.

—¿Qué haces aquí? —Preguntó, su voz salió demasiado suave y baja para su gusto—. Deberías estar con tu esposa.

Él se mantuvo ahí, sereno. Solamente la miraba con aquel brillo en su mirada qué muchas veces presenció mientras estaban juntos.

—No me casé —soltó, como la excusa suficiente para estar ahí enfrente. Kagome estuvo a punto de golpearlo, gritarle qué no pensaba ser su segunda opción después de todo, pero lo que escuchó a continuación la dejó completamente perpleja—: Me equivoqué.

Lo golpeó con ambos brazos antes de recargar su cabeza en su pecho. —Tonto —y lloró, lloró todo aquello reprimido durante meses.

Y él la abrazó, queriendo curar las heridas que él mismo había provocado. Aspirando su aroma, cobijándola en sus brazos entumecidos por el frío de la ciudad, en medio del abrazo buscó los labios femeninos y los besó con aquella añoranza que siempre había mantenido en secreto.

Porque Kagome siempre estuvo en su mente y aunque ella nunca apareció los días previos a la boda, fue su recuerdo lo suficientemente fuerte para saber que no deseaba perderla. Y canceló todo ante la mirada de disgusto de su madre y de los padres de su prometida.

Después se marchó y buscó a Kagome en todos lados hasta que dio con su nueva dirección y ahora estaba ahí, lo suficientemente seguro de no querer marcharse nunca.

Kagome Higurashi era su hogar, su nuevo hogar.

—Lo siento. —Dijo, cuándo el beso fue cortado.

Kagome se limpió las lágrimas y lo abrazó de nueva cuenta, ambos se encontraban lo suficientemente empapados, pero eso no les importó.

—Te amo, Sesshōmaru.

Y aunque nunca recibía una respuesta a esas palabras, está vez Taishō se acercó lo suficiente a ella para que el susurro de sus palabras solamente fuera escuchado por su interlocutora. "Te amo, Kagome" para después abrazarla de nueva cuenta. Fue entonces que ambos coincidieron en lo mismo.

Habían encontrado su hogar.

Fin

He estado demasiado alejada de este espacio, me siento algo oxidada y he escrito esto en busca de inspiración. Es pequeño y no estoy completamente segura de su resultado. Espero a alguno le agrade y sino, cualquier comentario es recibido.

Gracias por leer.

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