1.

10 0 0
                                    

El huracán comienza a mediados del año 2011, una tarde gris, en la que recibo una llamada de mi madrina anunciandome la repentina desaparición de mi mamá y mi papá, sin causa aparente.
En ese entonces era una persona muy desequilibrada mentalmente para sólo tener 18 años, no estaba apta para recibir ese tipo de noticias así porque sí, padecía ansiedad, por lo que me puse más paranoica de lo común y me precipité a mudarme ese mismo día al hogar donde viví toda mi infancia, y en dónde hasta ayer habitaban mis padres, para esperarlos. Arrugué el intento de vida que había construído como si fuera un papel, y lo tiré al cesto de basura.
Pasaban los días, y yo los anotaba en una pequeña libreta rosa, en formato de palitos, así como los presos cuentan los días en su celda. Algún día, mucho tiempo después, la libreta se quedó sin hojas. Y ahí fué cuando caí en la cuenta de que había perdido casi dos años de universidad. Y no quería que mis padres volvieran cualquier día de estos y se encuentren con una yo desastrosa. Esa palabra me definía demasiado bien en este momento.
Siempre fui una persona perfeccionista, y la versión de mi no haciendo nada más que contar días y mirar las noticias empezaba a desagradarme. Así que empecé por lo principal y al cabo de unas semanas ya habia logrado reorganizar mi vida nuevamente. Todo tenía horarios, todo era rutina, muy pocas veces rompia con esta. Y supongo que eso era lo que me mantenía estable. No me desmoronaba porque sabía que al día siguiente tenía responsabilidades que cumplir. Esperaba a mis padres como si hubieran ido a algún mercado del más allá, ir a la universidad, busqué un trabajo y logré ser la maestra suplente de inglés e italiano en un colegio privilegiado de Buenos Aires, hacía las compras, cocinaba, llamaba a mis amigas, les preguntaba como fué su día, cancelaba algún plan si lo había y me perdía en la noche mirando alguna serie o película, pero siempre estaba alerta, esperando su regreso...

Pero entonces llegó él, para desorbitarme y poner mi vida boca abajo.
Lo conocí un Martes 13, todo estaba predestinado a salir mal.
Julián Perez, un rebelde, alumno de 6to grado, a punto de graduarse y comenzar su vida adulta, pero digamos que de adulto no tenía ni un pelo: actitudes inmaduras, nada le importaba lo suficiente, pésimas notas y me atrevo a decir que vi a nenas de 11/12 años con más "bigote" que él. Ridículamente ridículo.
Jajaja ¿A quién engaño, por Dios? Me encantó, me enloqueció y me hizo caer rendida a sus pies desde el momento en que lo ví. Pero me obligo a mantenerme lo mas sensata y profesionalmente posible cada vez que lo tengo en mi perímetro. Después de todo, no puedo pasar por alto el hecho de que nuestra relación no es (ni va a ser) nunca nada más que alumno-profesora.
Ese mismo martes trece, se empeñó en destrozar mi carrera y casi me hace perder el empleo ya que abandoné la clase para ir tras él cuando huyó de mi lección de inglés británico.
El resto de la jornada transcurrió tranquila, y agradecí por eso, no necesitaba más problemas. Amaba mi trabajo y estaba preparada para lidiar con este tipo de alumnos.
Al finalizar, me encontraba en el estacionamiento de la institución, por montarme en mi auto cuando veo a Julián correr a toda velocidad en mi dirección, mi corazón empezó a latir con fuerza y mi pulso se aceleró, me apresuré a buscar las malditas llaves dentro de mi bolso pero fué inútil; En menos de lo que calculé tenía al galán del salón parado frente a mí, me obligé a levantar la mirada y me choqué con sus ojos color cielo perdidos, no hacían contacto directo con los míos, su expresión era algo fuerte. Tenía su angulosa mandíbula apretada y el ceño ligeramente fruncido. Tomaba su cabello por las puntas, mientras su grande pecho subia y bajaba más rápido de lo normal debido a que -literalmente- corrió para alcanzame.
—¿Te puedo ayudar en algo?— le pregunté. Tratando de sonar lo más casual posible.
—Perdón— dijo en un susurro casi inaudible, y una sonrisa brotó de mis labios. Sabía a lo que se refería.
—No es nada— hice una pequeña pausa— mientras estudiaba me mentalizaba que en algún punto iba a tener alumnos como vos— solté, arrepintiéndome al instante por la última frase.
—¿Como yo?— levantó una ceja, incrédulo.
—Ya sabes, "rebeldes"— hice comillas con mis dedos y reí nerviosa, intentando cortar la tensión que había en el aire.—De todas formas, acepto tus disculpas— repliqué seria. Estaba decidida a irme, me giré, dándole la espalda por un instante y cuando estaba a punto de abrir la puerta, del automovil su mano se posa sobre mi mano con fuerza, impidiéndome concluir mi acción.
—Me pasé, está vez me pasé— explicó con un tono de voz seco. Su arrepentimiento parecía real. —Suelo molestar a los profesores, pero lo que hice hoy fué demasiado, perdón por haber menospreciado su trabajo, su carrera y hasta incluso, su persona— tragó duro — No quiero que tenga una mala imagen de mí, por favor— susurró en mi oído. Me giré para toparme frente a frente con él e hice mi mejor esfuerzo para regalarle una sonrisa amable.
—Está bien, todos tenemos malos días— puse una mano sobre su hombro comprensiva, y al mismo tiempo aproveché para pactar distancia entre nosotros.— Tengo que ir a casa, hasta mañana, Perez— saludé, volviendo a mi tarea de entrar en mi auto.
—Dígame Julián— pidió alejándose de donde nos encontrábamos.—Hasta mañana— me saludó con un gesto amable y se fué caminando a pasos relajados por dónde hace minutos, entró corriendo.
Manejé a casa, con una sonrisa genuina impregnada en mis labios. Me asustaba, me asustaba que él fuera el único ser capaz de hacerme sonreír de verdad en más de dos años. «Después de la tormenta sale el sol» ¿Será, Julián, mi sol? ¿O sólo un chubasco más en medio de las tormentas torrenciales de mi vida? ¿Y si quizás es un arcoíris?





Xxxxprettyarctics.

La Espera.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora