Capítulo 7.

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  Atrapada.
  De nuevo.
  Luna se encontraba ante un callejón sin salida, él la tenía acorralada. ¿Y qué le diría? ¿Sonaría convincente que se había escapado de la Madriguera y había errado ella solita por todos los lugares que creyó que podrían ser un escondite hasta dar con la mansión Malfoy, buscando al mortífago que atacó a su padre?

  Theodore Nott, por otro lado, sentía que ella había violado su intimidad. Además, ¿qué narices pintaba ella ahí, en el bosque, sola? ¿Acaso trabajaba para alguien o había venido con algún propósito concreto?
  Es imposible, se dijo, tratando de explicarse la presencia de la chica en un lugar tan poco frecuente para alguien... ¿Así?
  —Tienes un minuto para explicarte. Empieza —escupió él con ira, convencido de que ella no era más que una rata cotilla.
  A Luna se le atragantaron las palabras. Sentía el corazón en un puño y el minuto que él le había proporcionado se escurría ante sus ojos, con ella petrificada. El chico empuñó su varita con más fuerza, amenazante, y Luna sintió que encogía lentamente.
  —¿Prefieres que sea Malfoy el que te pregunte qué hacías merodeando por aquí? No le gustan las visitas inoportunas—preguntó Theodore, vacilando.
  —¡Selwyn y Travers! —respondió Luna demasiado rápido como para que Theodore entendiera del todo, pero reconoció los nombres. Estaba asustada, mucho, y Theodore se sintió fuerte al haberla aprisionado con tanta facilidad. Estaba justo donde él quería que estuviera, en la palma de su mano.
  —¿Los mortífagos, dices? —preguntó el chico para aclararse y ella asintió repetidas veces con la cabeza.
  Theodore sintió que la tensión se desvanecía de sus hombros al darse cuenta de que no tenía nada que ver en todo aquello. Aquella loca no lo estaba espiando a él, probablemente ni siquiera sabía quién era él. Theodore se puso en pie y se sacudió el pantalón, que se había ensuciado al haberse arrodillado en el suelo.
  Luna se levantó sin dudarlo un segundo y sacó su varita de la manga de su suéter, dispuesta a atacarle. Aquel chico se había metido de por medio en su intento de descubrir si los mortífagos seguían reuniéndose en aquella mansión, y probablemente la delataría. No podía dudar y si la situación lo requería, debería actuar rápido.

  Cuando el chico se dio la vuelta dispuesto a rehacer el camino de vuelta, Luna le apuntó con su varita. Las manos le temblaban y sentía un peso en el estómago. ¿Realmente estaría dispuesta a hacerle daño a alguien por venganza? Al fin y al cabo, no sabía quién era él y no le serviría de nada atacarle, él no tenía nada que ver con el ataque a su padre.
  Entonces Luna se dio cuenta de que él seguía allí, no había dado un paso.
  La estaba esperando.
  Él sabía que no lo haría.
  Luna bajó la varita y él giró el rostro hasta verla de reojo.
  —Sabía que no serías capaz, no estás tan loca como solían decir.
  Y Luna le recordó.

  Luna recordó al Draco Malfoy de quinto curso riendo y a uno de sus abusones pegando a un niño pequeño. Recordó al chico de tez pálida y ojos negros apoyado en la pared. Se recordó a sí misma intercediendo en aquella pelea, plantándole cara a Goyle y defendiendo al niño. Recordó a Malfoy argumentando que el crío se lo merecía, por hablar de cosas que no era capaz de entender, igual que ella y el loco de su padre. Recordó el pánico latiendo en sus venas cuando Goyle fijó sus ojos en ella y se acercó amenazante.
  Y recordó al chico que, apoyado en la pared, había dicho que Malfoy estaba cometiendo un error al meterse con los amigos de Potter. Recordó la mirada ardiendo en rabia de Malfoy, maldiciendo a aquel chico por tener razón antes de irse. Recordó la forma en que la miró. Frío. Distante. Oscuro. Recordó sus palabras: Si no estás tan loca como suelen decir, tomarás este encuentro como un aviso.
  Por último, recordó a Malfoy llamándole por su apellido y al chico alejándose lentamente, ignorando por completo la mirada confusa de Luna. Nott.

  Nott.
  —Theodore Nott.
  Lo había dicho en voz alta sin querer, sin darse cuenta. Los ojos de Theodore se encendieron de pronto, ardiendo en una rabia ausente hasta aquel instante. Luna debía huir. Debía marcharse cuanto antes a un lugar donde él no pudiera seguirla.

  Antes de que Theodore Nott pudiera volver a acorralarla para arrancarle aquel recuerdo de su memoria, ya era tarde. No estaba allí. Lovegood se había desaparecido.

Tras las sombras [Theodore Nott y Luna Lovegood]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora