Honey & Darling

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Honey.

Cariño sé que puedes escucharme, sé que puedes verme, sé que estas llorando. Sé bien que acabe dañándote,

Cariño está claro que debo decirte adiós, que lo nuestro termino. Que ya no somos "la coma" de la siguiente oración.

Cariño perdóname por mí abrupta despedida, por mi disculpa adolorida, perdóname por no saber amarte como debería y por hacerte llorar tantas veces el mismo día.

Cariño, esta es la despedida.

La mirada de Kim JongIn viajaba una y otra vez por la habitación. Tratando de tomar cada uno de sus valiosos recuerdos e incluso sintiéndose como una mala persona por dejar ese lugar que había considerado "su hogar" por seis años. Una vez más se le veía esa carita desganada, poco fuerte y con tremendas lágrimas en los ojos. Había dejado sobre la mesa del comedor el anillo que lo mantenía aún unido. Su mirada ilusa y el dolor clavado en su corazón seguían esa daga que se alineaba justo en el centro del mismo órgano que lo tenía viviendo. Un valiente suspiro le hizo abandonar esa casa.

Darling.

Sé que no fue suficiente, que quizás pude dar más. Sé que estaremos lejos, que ya no hay marcha atrás. Sé que no podemos seguir diciendo que somos uno para el otro.

Que hoy la historia se acaba, que ya no puedo pedirte "perdón" que nuestros destinos no volverán a unirse y que no habrá motivos para reunirse.

Sé que se finaliza este libro, que con páginas llenas de escritos de alegrías, aventuras y tristezas, historia; hoy decimos: adiós.

Kim JunMyeon sujeto con fuerza la valija, la manija dura y áspera, con esa actitud que le caracterizaba, decía adiós, un adiós doloroso, permanente y frío de ese lugar que un día llamó "hogar", sabía que no había una máquina del tiempo. Que dolía la sinceridad con la que seguiría adelante, permanecer de la sala de su casa angustiado, ya no sería parte de su rutina, que era hora de marcharse que ya no había nada que hacer. Visualizó el anillo ajeno sobre la mesa, miro este logrando ver la diferencia de tamaños y dejó el anillo propio. Debía irse, que ya no había nada que decir, nada que rogar ni pedir. Que ya no eran más uno y que no podían si quiera desear volver al pasado.

Salió cerrando la puerta de su hasta entonces morada, no podían dejar que sus corazones los detuvieran, seis años juntos no fueron suficientes, que amargo es el adiós, que dañino es mantener una valiente mirada al frente sabiendo que eres un niño asustado en tu interior que no podías permanecer más de esa manera. Qué triste era irse con promesas a medio cumplir, sin cumplir y rotas.

Las alas heridas, las almas destrozadas, en corazón enfurruñado con el cerebro, que difícil es mantenerse en pie cuando eres un lío, que dolor tan estridente en el pecho aqueja este capítulo final.

[...]

Jun mantenía la mirada en el boleto de avión, se iría a Londres, pues ahí ya nada lo ataba, su vida sería diferente, mentiría si dijera que no sentía nada pero estaba en un duelo tremendo. Entre mantenerse de pie y caerse a pedazos, pero nadie entendería eso, no a menos que experimentaran una pérdida de tal tamaño.

Terminar la relación con una persona que consideras aún el amor de tu vida, porque sí, Jun mantenía en su mente todo, sí, todo y cada uno de sus preciados recuerdos.

Sus labios, sus ojos, su sonrisa, la forma en la que sus ojos hacían una curva cuando sonreía, algo así como medias lunas, su rostro de enfado y esa cara de pocos amigos con la que se cargaba cuando tenía que ir a trabajar un sábado por la tarde.

Darling, Darling, Honey, Honey. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora