Era yo

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Siempre quise a alguien que fuera capaz de quitarme mis inseguridades, de arrancarme los miedos y proporcionarme todas aquellas cosas de las que carezco, por alguna razón ajena a mí siempre me encontraba insegura con respecto al chico que quería, las cosas a sus ojos no eran tan complicadas pero aun así no era capaz de comprenderme.

Él no podía ponerse en mi lugar tal vez porque yo no lo dejaba o porque en realidad no era tan sencillo como parecía y es que no quería perderlo pera tampoco podía retenerlo, me convertí en una egoísta porque era por mí que ninguno de los dos era feliz, siempre estábamos a medias en un punto entre la seguridad y la soledad.

Ni siquiera puedo describir cómo es que era que me sentía, solo sé que tenía muchas dudas, muchos miedos que no tenían razón y a la vez significaban todo, no estaba bien conmigo misma y es que nadie me había enseñado a estarlo.

Creí que al encontrar el hombre adecuado no habría dudas pero me equivoque, me equivoqué por segunda vez cuando pensé que un hombre con una serie de virtudes maravillosas al cual llamaría «El hombre perfecto» podría ayudarme a salir de una zona de confort que yo misma había creado, mi tercer error fue dejarle todo el trabajo al hombre perfecto, pensar, creer y sentir que él tenía todo bajo control que podía con las riendas de su vida y la mía.

La verdad es que él me calmaba, me abrazaba, me hacía sonreír...Sin embargo había días en que lo quería todo y otros en los que no quería nada ni siquiera a mí misma, llegaba a sentirme asfixiada como sola, era algo demasiado contradictorio como yo...

Entonces me di cuenta de que el problema era yo, siempre había sido yo...

No era como si pudiera encontrar un hombre que pudiera ayudarme a sentir más cómoda y amada por que sí, los hombres pasarían por mi vida pero el problema siempre iba a ser yo, yo era quien tenía que dejar aquellos temores que me perseguían desde la adolescencia, tenía que darme cuenta que merecía ser feliz y que yo misma era quien impedía que esa felicidad no sucediera.

Ni siquiera tenía que cambiar, solo tenía que descubrir las cosas que ya tenía, tenía que ver mis virtudes en lugar de buscar todo el tiempo mis defectos porque al final del día nadie es perfecto más que en la imperfección...

Entonces ya no tuve más dudas porque aquel hombre perfecto a mis ojos me amaba y me aceptaba como era, mis defectos solo habían estado en mi cabeza, él no quería cambiarme si hubiera querido hacerlo hubiera amado a otra, no a mí.

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