La luz del sol se desliza por los rizos oscuros de la niña mientras avanza torpemente entre la hierba seca. Sonríe y se le marcan dos oyuelos en las mejillas sonrosadas, sus ojos azules refulgen y alza unos dedos pegajosos hacia la cámara.
De repente, tropieza.
Se ve a una saudida, la cámara cae en la hierba y sigue filmando en un ángulo oblicuo mientras que una mujer de pelo castaño se dirige corriendo hacia la pequeña, que, sin embargo, no llora. La pantalla se inanda de sonrisas sileciosas mientras la madre la coge en brazos, su bonito rostro lleno de ternura cuando abraza con fuerza a su hija, en un gesto protector, y lo hace de manera tan efusiva que parece que no la vaya a soltar jamás.
La imagien se vuelve borrosa....
Aprieto el botón del mando a distancia, la imagen se apaga y sume la habitación en la oscuridad. Miro fijamente la pantalla en blanco. Es una sensación rara ver tus recuerdos en el televisor, cómo si estuvieras viendo una película. Es cómo si en algún lugar, en un mundo maravilloso, esos momentos estuvieran atrapados, embotellados, para poder disfrutar de ellos de nuevo. Me pregunto si el cielo es así, si puedes elegir los mejores momentos de tu vida y revivirlos una y otra vez.
Ojalá.
El mundo exterior ya me parece distinto. La nieve lo oculta todo, su manto se extiendo sobre las irregularidades del terreno y los arbustos, y crea una superficie lisa y perfecta. Cómo el glaseado de un pastel de Navidad. Sin embargo, todo sigue ahí. La grava sucia que cruje y sale volando cuando la aplastas con el coche, las rocas irregulares del jardín, la zona de barro dónde no crece nada... Todo sigue ahí, escondido, hibernando, bajo la máscara de nieve.
Estos días había estado algo depresiva, pensaba en mi futuro y solo me veía cómo a la típica cincuentona sola que vive con cincuenta gatos, sin amigos ni nadie con quien compartir mi vida. Siento que me he pasado toda mi vida sin apreciar a la gente que he tenido ahí siempre o la gente que ha mostrado amor hacia mi, ¿y yo qué hice? Cojerlo y pisotearlo. Quiero cambiar. No quiero ser la loca obsesionada con la danza, no, no quiero. Aún que sé que siempre lo seré, la danza es mi vida, no creo que pueda vivir sin la danza. Pienso y sigo pensando en aquellas cosas. Me imagino enferma, con una enfermedad que solo puedo curar sin bailar, mi opción sería bailar o morir, ¿qué haría? Sin bailar, no podría vivir, así qué...
Por un instante la imagen de Jack en la playa me viene a la cabeza, ¿qué habrá sido de el? Fui mala con él. Sigo teniendo su número. Pero no, Katharine, no vas a llamarle, no vas a perder tu orgullo. ¿Pero qué orgullo? Si él no sabe ni mi nombre.
El otro día había peleado con Stella, por lo que no puedo contarle mis penas a nadie.
Me sentía echa mierda.
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Lágrimas por un sueño.
Teen FictionKatharine es una joven bailarina con un gran futuro por delante, su vida se basa en la danza y solamente la danza, está completamente absorbida en ello desde que tenía apenas cinco años. Katharine es egoísta y manipuladora, siempre lo ha sido, pero...