Leo, idioot.

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N.A: Espero que disfruten leyendo esta historia mucho más que yo escribiéndola. Sé que Navidad fue ayer, pero ehm... ¿Así somos los fanfickers?

H.

Disclaimer: Los personajes y mundos mencionados pertenecen a The Snipster, autora del comic A Matter of Life and Death.

Leo, idioot.

Una rosa roja aterciopelada con pétalos que comienzan a marchitarse en la mesa del comedor; un Château Ducru del 2008 derramado en la alfombra color crema; y un regalo sin abrir entre las manos de Leo Spindler. Eso era todo lo que quedaba como testigo de lo ocurrido durante la madrugada del veinticinco de diciembre en el departamento de Des Aeva, quien acababa de largarse con un portazo de su propio hogar.

Por la ventana lo vio alejarse, aun era de noche y los cristales de las farolas estaban cubiertos de hielo dejando pasar apenas una luz anaranjada en cada una de estas; la oscuridad podría ser abrumadora para Des, algo que bien sabía Leo, sin embargo, toda esa situación era su culpa. Deseaba acompañarlo en el frio, protegerlo de cualquier cosa que pudiera ocurrirle en su inusual caminata, decirle algunas palabras que provoquen encender sus pálidas mejillas para luego reír, no obstante, era imposible; debía permanecer ahí, aguardando por su regreso.

Adentro también estaba helando, la estufa se había apagado hacía un rato sin que lo notaran, por lo que se colocó un viejo sweater cuello de tortuga color turquesa olvidado días atrás en el lugar, y decidió moverse; ordenar, para volver a sentir calor. Estaba levantando las copas manchadas de vino, cuando reparó en la flor que en la tarde había sido motivo de alegría y una sonrisa en los labios de su amado. Si tan sólo lo hubiese escuchado con atención sin obviar sus palabras nada de esto habría pasado. En el momento que desvió su camino para comprar ese pequeño detalle se torció todo.

Él había sido claro y enfatizó en que si Leo quería tener una fiesta con sus amigos podría hacerla en el departamento, siempre y cuando ayudara en los preparativos. Des le entregó una lista con todo lo que hacía falta tiempo atrás, mas el otro la rechazó alegando que no era necesaria; "todo está aquí", dijo apuntándose la sien con el dedo índice, "tengo excelente memoria" y le dio un tibio beso en la comisura derecha antes de partir a la agencia de turismo.

Eran las 9:00am del día de la víspera de Navidad, Leo lo había pedido libre. La noche anterior la pasó con Des, afinando algunos detalles de la comida y uno que otro encuentro en la cama, así que cuando despertó, tarde para su rutina habitual, se encontraba solo entre las sabanas ocupando todo el espacio del colchón. Se estiró perezosamente durante unos minutos, aspiró una última vez el aroma de la almohada de al lado y decidió que era momento de ducharse.

Una vez vestido tomó una comida rápida y bajó las escaleras pasando de largo, sin despedirse del dueño del café ubicado en la fachada del edificio. Había dejado una pequeña nota: "Voy a hacer las compras" con el dibujo de una jirafa y una pantera. Su humor, que al abrir los ojos era alegre, ahora declinaba. Le disgustaba esa nueva dinámica que estaban teniendo desde hace meses. Realmente no quería molestar a Des en el trabajo, por lo que evitaba estar entre los clientes a pesar de que algunos seguían acosándolo en plan "romántico", sabiendo de sobra que compartían una relación.

Al principio tenía su lugar entre los asientos del mesón principal, cuando todo era una pseudofarsa. Fue así por mucho tiempo, incluso en el momento que comenzaron a salir enserio, no obstante las cosas cambiaron abruptamente. A veces Leo discutía con uno de los pretendientes a viva vos, incluso siendo mujeres, y a Des, eso no le gustaba para nada. "Atiendo un café, no un circo romano", le dijo una noche, enfadado después de presenciar una pelea callejera que Leo inició tras avivar una conversación hasta sacar al sujeto de sus casillas. Como el guía turístico sabía artes marciales obviamente podría ganar la pelea con unos simples golpes, sin embargo no se contuvo. Más tarde se daría cuenta que realmente perdió contra su novio, quien le informó con disgusto que el hombre al que lastimó puso una denuncia por agresión. Para su suerte no pasó a mayores, mas desde aquel día Leo ya no podría entrar en el Café Ardent sin que sea estrictamente necesario. Y no era necesario pasar a despedirse o a saludar.

Leo, idioot. - AMOLADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora