Cuando la edad enfría la sangre, y los placeres son cosa del pasado el recuerdo más querido seguía siendo el último, y nuestra evocación más dulce, la del primer beso. Con él podía sentir como si cada beso fuera el primero, como si cada vez que hacíamos el amor, la gran pasión que se producía, fuera la última. Así es como nunca te cansa el estar siempre con la misma persona, ¿por qué no descubrir lo que el otro no sabe, juntos? Yo nunca me cansaba de levantarme, y encontrarme con esa boca adormilada en una línea dura. Su blanca sonrisa, era la única motivación que yo necesitaba en ese entonces. Junto a él me sentía viva.
-“En verdad te amo, cielo” le dije mientras acariciaba una de sus mejillas, sabiendo que probablemente él no podía oírme.
-“También te amo, preciosa” respondió mi joven esposo con esa mirada que con frecuencia solía decir cuán feliz estaba.
Recostó su cabeza en mi pecho para que lo acariciara, era algo que amábamos, tanto él, como yo. Y así lo hicimos. Una gran sonrisa se dibujaba en mi rostro tan pronto como recordé el día en que nos conocimos “Si, señorita Carolyn, usted podría estar muy bien acompañada de hecho por un buen rato” No podía creer que estuviera reunida con el mismo cretino que conocí hace 6 años atrás. “Vete a la mierda”-solía ser mi respuesta, por no declarar que caería muerta ahí mismo por él, y sólo por él.